
Deberíamos, pero en ocasiones no llegamos siquiera a sorprendernos. De las 14 canciones que interpretó el australiano Bryan Estepa, quitando las dos versiones, un beatleiano Don’t let me down y un Monkeeano y precioso Daydream Believer, ya como regalo final en solitario y casi entre el público, el resto, las doce composiciones suyas, lograban mantener el listón de calidad, de embriagadora belleza lúcida casi sin despeinarse. Y quedaban situadas al mismo nivel que las versionadas, sin que en modo alguno se observaran fisuras entre unas u otras.(...)