miércoles, 24 de agosto de 2005

Daydream Nation

Hay discos que por las razones que sean, tanto relacionadas con la propia obra en sí, como por las circunstancias particulares de quien la escucha, se convierten en referencia ineludible.

Tengo muchos dentro de esa consideración. Bueno, tal vez no tantos, pero para mí son tan grandes, que su propio peso les hace imprescindibles.

A finales de los ochenta compré uno de ellos. Un doble LP, sí, sí, de los de antes, hecho con ese glorioso material que ya parece pertenecer a una época pre-contemporánea. Hace no mucho tiempo, el hijo pequeño de unos amigos salió escopetado para contarle a su padre que en el salón de la casa donde estaban de visita había descubierto unos discos muy raros, gigantes y negros.

En efecto, aquellas cuatro lustrosas caras de vinilo contenían surcos por los que sangraba un sonido apabullante, rock y ruido hermanado directamente con las escenas más excitantes de la época en Nueva York, de la no-wave a los estertores del punk, y que fue precursor de muchas cosas que sucedieron en la década siguiente.

Los señoritos Ranaldo, Moore y Gordon (ay, ella) se habían colado con su Daydream Nation en el mejor stand de mi habitación. Donde están mis elegidos. Los míos. Siguiendo una falta de lógica y un criterio tan subjetivo como yo mismo.

No dudo que un músico imagina las distintas coyunturas en que un oyente saborea su obra. Follando, riendo, bebiendo, llorando, corriendo, vagueando, bailando, saltando, gritando, conduciendo, trabajando,…

Pero dudo que Sonic Youth imaginaran a un pringao de cuarenta años paladeando su vigilia mientras plancha las camisas y pantalones que componen el gris vestuario que le da de comer.
Eso sí, para cuando me puse a limpiar el baño, Daydream Nation había terminado.



Suena la corriente: "Daydream nation" - Sonic Youth

viernes, 19 de agosto de 2005

Lección de anatomía

Hace un par de días murió Freddy Alborta. Y he de reconocer que no tenía la más mínima idea de quién era este personaje. Aunque ha resultado que sí conocía parte de su obra.

Fotógrafo boliviano, saltó a la fama por las instantáneas que hizo del Ché Guevara poco después de ser ejecutado por el ejército en La Higuera, Bolivia.

Más allá de la famosa y manida fotografía de Alberto Korda, todo un icono convertido en pura mercadotecnia (que aún así, no deja de ser enigmáticamente magnética), siempre me sentí subyugado por ese Ché muerto, con los ojos sin vida pero aún abiertos, como controlando lo que ocurría a su alrededor, siendo exhibido como trofeo. Y es imposible dejar de comparar dicho momento con cualquier cuadro de un cristo yaciente o la lección de anatomía de Rembrandt.

No me interesa analizar la figura del Ché. Como todas las vidas (aún más ésta), no deja de ser una simple sucesión de claroscuros. Y como todas las vidas, sólo puede ser juzgada como propia de su tiempo. Sí me queda claro que para muchos, su muerte fue una liberación. Para la CIA, para Fidel, incluso para el propio Ché.

Pero sin poder sacudirme ese halo de rebeldía romántica que siento, me quedo atrapado por sus fotos, las llena de vida y las llenas de muerte.



Suena la corriente: "Hasta siempre" - Omara Portuondo y Martín Rojas

martes, 16 de agosto de 2005

Aromas de olivo

Es árbol de tierra dura, de tierra seca. Es árbol de tronco dramático, que canta al desgarro. Es savia retorcida.

Yo, débil ser, tengo alergia al olivo. Al polen del olivo. A veces me gusta pensar que las alergias reflejan ese querer distanciarnos de un mundo que no entendemos. Vale tío, poético contracultural que se pone uno. No son más que un síntoma de la mierdilla física hacia la que avanzamos.

Pero me gustan los olivos. Su forma, su grito, su fruto. Y ahí que me fui con Ella, rodeados de cientos de ellos, perdidos en una finca que los tiene por nombre. Lejos de las grandes playas, de las aglomeraciones. Disfrutando de nosotros.

Y, mitómano declarado que es uno, persiguiendo los olores que por esos caminos dejaron gente como Graves, como Kevin Ayers. Ah, el viejo Ayers. ¿Continua vivo el jodido? Parece que sí, aunque como siempre, moviéndose como una anguila en el mundo underground. Un rey de la bohemia, han dicho los que dicen que saben. Yo le veía más como un príncipe de la pereza, del dejar pasar la vida.

Cuando me iba de aventura a los abismos (aventuras templadas y burguesas, para qué negarlo), adoraba las tajadas en escena del borracho Kevin. Algunas fueron antológicas. Recuerdo a Ramón Rescuer aconsejando que eso únicamente gente como el inglés podían permitírselo. Y los demás no éramos más que aspirantes a medianías.

Pero no encontré esos aromas. Todo está más manido, tal vez demasiado bonito. No importa. Yo los he disfrutado con Ella, y volveremos. Lejos de la arena. Por el simple placer de disfrutar de una cala, simplemente con piedras y cuerpos desnudos.



Suena la corriente: "L'avventura" - Britta Phillips & Dean Wareham

jueves, 11 de agosto de 2005

Piedras para el lecho

Iba paseando, iba silbando, y me encuentro con el Río, casi seco. No, no lo había olvidado, pero las vacaciones son de casi todo. Miro el barco, sopeso si merece la pena remozarlo. Supongo que sí, en caso contrario, me arrepentiré, y no me gusta la marcha atrás.
Miro el interior, y me doy cuenta. Hoy hace dos años que este Río Rojo mana aguas. No siempre cristalinas, no siempre mansas. Pero aguas. Y dicen que en la red dos años es mucho tiempo. Una cosa más que me recuerda la edad.

¿Todo el mundo se ha vuelto viejo?
Did everybody just get old?
Me lo recuerda un viejo amigo recién reencontrado. Graham Parker sigue vivo. No, no le había olvidado. Pero hay presentes que dan miedo, ante los que uno prefiere no encontrarse, y mirar al pasado, tan grato, tan cálido, tan jugoso. Y mira por dónde, su nuevo trabajo, "Songs of no consequence" es digno, más que digno. Un buen disco de rock, tocado por esa fibra que siempre tuvo el gafas. Y rezuma humor. La edad no perdona, pero, ¿todos se han vuelto viejos?

No lo creo. Metido en esta irrealidad que supone trabajar cuando casi nadie lo hace. Pero me quedan los recuerdos de estas semanas. Me queda la música. Y quedan los olivos. Y queda el salitre. Y queda el mar. Y queda Ella.

Dos años. Sigo acumulando piedritas para el lecho.



Suena la corriente: "Songs of no Consequence" - Graham Parker