martes, 16 de agosto de 2005

Aromas de olivo

Es árbol de tierra dura, de tierra seca. Es árbol de tronco dramático, que canta al desgarro. Es savia retorcida.

Yo, débil ser, tengo alergia al olivo. Al polen del olivo. A veces me gusta pensar que las alergias reflejan ese querer distanciarnos de un mundo que no entendemos. Vale tío, poético contracultural que se pone uno. No son más que un síntoma de la mierdilla física hacia la que avanzamos.

Pero me gustan los olivos. Su forma, su grito, su fruto. Y ahí que me fui con Ella, rodeados de cientos de ellos, perdidos en una finca que los tiene por nombre. Lejos de las grandes playas, de las aglomeraciones. Disfrutando de nosotros.

Y, mitómano declarado que es uno, persiguiendo los olores que por esos caminos dejaron gente como Graves, como Kevin Ayers. Ah, el viejo Ayers. ¿Continua vivo el jodido? Parece que sí, aunque como siempre, moviéndose como una anguila en el mundo underground. Un rey de la bohemia, han dicho los que dicen que saben. Yo le veía más como un príncipe de la pereza, del dejar pasar la vida.

Cuando me iba de aventura a los abismos (aventuras templadas y burguesas, para qué negarlo), adoraba las tajadas en escena del borracho Kevin. Algunas fueron antológicas. Recuerdo a Ramón Rescuer aconsejando que eso únicamente gente como el inglés podían permitírselo. Y los demás no éramos más que aspirantes a medianías.

Pero no encontré esos aromas. Todo está más manido, tal vez demasiado bonito. No importa. Yo los he disfrutado con Ella, y volveremos. Lejos de la arena. Por el simple placer de disfrutar de una cala, simplemente con piedras y cuerpos desnudos.



Suena la corriente: "L'avventura" - Britta Phillips & Dean Wareham