jueves, 28 de octubre de 2004

Hoy hace un día espléndido

Hoy hace un día espléndido. De esos días de otoño, en los que aún parece que la tierra está indecisa, no sabe si abandonar definitivamente el verano y entregarse al invierno, o remolonear unas semanas más. En cama ajena. En tierra de nadie. Como a mi me gusta.

Y ese otoño parece que quiere quedarse, se aferra a lo que ve. Se agarra con vientos y lluvias, con fríos y calores, con dádivas, pero también con robos, hasta el punto de no dudar en quitarnos una hora este próximo fin de semana.

Recuerdo que de pequeño tenía pavor a la lluvia. No sólo a las tormentas, como muchos otros, sino simplemente a la lluvia, conque esta fuera únicamente una primera gota. Era algo que yo no podía controlar, caía de arriba, sin entender por qué.

Hoy son otros miedos los que tengo. Es el mismo otoño el que llega. Son otros ojos a los que me agarro.

Hoy hace un día espléndido.
Hoy llueve.



Suena la corriente:"Kissin Time" - Marianne Faithfull

lunes, 25 de octubre de 2004

Septuagenario

Alguna vez he leído por ahí (si no cito fuente es porque no la recuerdo, y no me gusta atribuirme ideas ajenas) que cuanto más joven es uno, más interés siente por los grupos, y que a medida que su edad se eleva, tiende más a los solistas (aquéllos que hayan echado a volar su imaginación más libidinosa, desistan, que simplemente hablo de música).

En fin, no deja de ser una sentencia bastante relativa, porque son tropel los grupos a los que podría citar y con los que aún mantengo relaciones sentimentales. Pero echando un vistazo a mis últimas incursiones, sí reconozco que los solistas son mayoría. Tampoco es que vaya a negar los años que, año tras año, me van cayendo, pero vamos, como que quiero creer que no influyen en mi selección personal.

Porque lo que me une a los sonidos que me sirven de suero es más una cuestión que viene de dentro, y a pesar de mis paseos por las cercanías de ciertos límites, espero no estar muy podrido por ahí.

Pero claro, por otro lado, me doy cuenta que espero ansioso el echarme sobre pecho y espalda (mejor entre oreja y oreja) el nuevo "Dear Heather" de un ya septuagenario Leonard Cohen, y que casi prefiero hablar de él antes de escucharlo, por esos miedos a la decepción que este tipo de reencuentros me producen.

Joder, 70 años ya!
Bueno, venga, vale, prometo la semana que viene desempolvar mis viejos vinilos de los Undertones. He dicho los viejos vinilos, no a ellos (que también tienen ya sus años).



Suena la corriente: "I'm your man" - Leonard Cohen

jueves, 21 de octubre de 2004

Estacionamiento limitado

Me da miedo contar, sumar, los minutos que a diario dedico a (tratar de) aparcar el coche, de dejarlo olvidado por un tiempo después de un día (y otro, y otro, y…) con más desasosiegos de los juiciosamente recomendables.

Una vuelta, y otra vuelta, viendo cómo el reloj avanza, cómo me cruzo varias veces con otra gente que está en las mismas, cómo cada vez se me hace más insufrible el tiempo que tardo en poder refugiarme en mi espacio, en mis cosas, en ese útero sobre el que poseo el control.

Ayer me dio todo igual. No se si fueron 60, 90 o más los minutos empleados. Fumaba. Paraba. Seguía. Volvía a fumar. Me alejaba. Volvía. Miraba tiendas. Disfrutaba neones, ruidos, pasos lentos o rápidos, voces, gritos, risas, llantos.

Ayer podía haber pasado horas sin encontrar un lugar donde dejar descansar al monstruo de cuatro ruedas. Porque ayer, ahí dentro, rodeado por cristales en lugar de paredes, sonaba Nick Cave, sangraba "Abattoir Blues", lloraba "The Lyre of Orpheus".

Y yo no necesitaba nada más.



Suena la corriente: "The Lyre of Orpheus" - Nick Cave

sábado, 16 de octubre de 2004

"Besos más dulces que el vino"

El cabronazo lo ha vuelto a hacer. Si algo tengo claro, es la música que quiero que me acompañe en el apocalipsis del mundo (o de mi mundo). Quiero la voz de Tom Waits como fondo sonoro enmarcando la escena de unos ojos cínicos viendo lo ya previsto, cómo todo se va al garete.

"Real Gone", su última rodaja, ha vuelto a atraparme como sólo él sabe hacer. Son canciones en las que el blues, el folk, el country, el rock, se desprenden de oropeles al uso para mostrar su cara más leprosa, su esencia más rítmica, su esqueleto completamente descarnado.

Nos ofrece cánticos propios de una legión de esclavos recogiendo algodón dos minutos antes del fin de todo. Nos asusta con su particular visión de la sangre africana que corre por cualquier ritmo latino (Marc Ribot algo tendrá que ver). Nos muestra a Nashville después de la hecatombe. Pero también nos hace llorar y sentir el dolor/placer de cualquier desamor/amor.

Y como guinda del pastel, adorador como soy de quien sabe cerrar un trabajo clavando espinas en la piel, nos regala un escalofrío, "Day after tomorrow (en apoyo al movimiento Moveon.org) que debería ser escucha obligada para cualquier soldado desplazado a cualquier guerra (aunque una muy en concreto) de las muchas que sangran este principio de siglo, que cada vez parece más el fin de un tiempo.

Por mi parte, sigo con mi whisky y su ritmo.



Suena la corriente: "Day after tomorrow" - Tom Waits

jueves, 14 de octubre de 2004

Los maricones somos mayoría

Leo en el periódico una frase que me hace salir de mi habitual (último) letargo:

"Pobre Europa, los maricones son mayoría".

Si estar en contra de tipejos como Berlusconi y la bazofia humana que atiende por sus ministros es ser maricón, por supuesto que lo soy, somos muchos los maricones.
Si estar en contra de los ángeles exterminadores que se juntaron en las Azores (Barroso estaba olvidado, y es de la misma calaña) es estar en contra de la libertad, lo estoy.
Si estar a favor de un aborto libre, uniones entre quienes se amen y adopciones realizadas desde el corazón, es ser un fundamentalista ateo, lo soy.
Si sentir vergüenza ajena por los desfiles de exaltación militarista, por mucho que me los quieran vender como ejemplo de concordia, me convierte en un vendepatrias, lo soy.
Si más de la mitad de las veces que leo la prensa y veo las noticias, me cabreo, y eso es que soy un amargado, pues lo soy.

No tengo banderas ni patrias, más allá de las prendas y el lecho que comparta con Ella.
No tengo ningún tipo de fe, más allá del cariño por mi gente.
No siento ningún himno, más allá de la música que me acompaña (lagrimita por la muerte hace unos días de Bruce Palmer, bajista de los inolvidables Buffalo Springfield).

En fin, seguiré aquí, con mis soledades.



Suena la corriente: "Do I have to come right out and say it" - Buffalo Springfield

miércoles, 6 de octubre de 2004

Deudor

Le debo besos a Ella.
Le debo cariño a mi gente.
Les debo tiempo a mis amigos.
Le debo horas a la noche.
Le debo música a mi cerebro.
Le debo alcohol a mi hígado.
Le debo un sentimiento sobre Reno a CV.
Les debo un gracias y algo más a los Mistakens.
Le debo dinero al banco.
Le debo trabajo a mi jefe.
Le debo atención a este Río.

Mi balanza comercial está echa una ruina.


Suena la corriente: "She pays the rent" - The Lyres

viernes, 1 de octubre de 2004

Tribus urbanas

Los que vivimos la música como algo más que un mero entretenimiento, algo más que un mero hilo musical de fondo, algo más parecido a una Banda Sonora que remarca los tiempos álgidos de nuestra vida y amansa los momentos relajados, sabemos que esa música influye en nuestros estados de ánimo, y éstos en la elección de aquélla.

Y como también sabemos que no somos otra cosa más que simples (o complejos) animales, pues nuestras diferencias no son muchas.

El caso que es que unos estudiantes de un colegio de Las Palmas de Gran Canaria se han dedicado a hacer unas pruebas sobre la influencia de diversos estilos musicales en unos lindos animalitos, unas ratas que se han tirado diez días, a razón de doce horas diarias, escuchando diversos estilos. Por supuesto, el estudio tiene resultados, y la interpretación de los mismos puede ser una ardua tarea.

El grupo sometido a la escucha continua de canto gregoriano, adelgazó de forma considerable; las que se dedicaron a la música latina, sufrieron accesos de sed incontenible; quienes escucharon isas canarias, aumentaron sus niveles de azúcar en sangre y engordaron; y las que sufrieron doce días de heavy metal entraron en un estado de agresiva hiperactividad.

En fin, yo creo que las gregorianas se hicieron ascetas, las latinas dominaron el merengue y las canarias se pasaron con el mojo picón.
Pero nada me explica por qué las jevilongas se pusieron hiperactivas.
Riff.
Raff.
¿Hiperactivas? Pero, ¿movían sus melenas al viento?



Suena la corriente: "Rat race" - Dr. Feelgood