lunes, 18 de noviembre de 2013

The Dirtbombs
Ooey gooey chewy ka-blooey! (In The Red, 2013)
La dulzura de la herida


Quién dijo que en Río Rojo somos tipos sesudos, reflexivos, que andamos más de la mitad del día mirándonos al ombligo? Quién dijo que las barbas y el olor a vaca son nuestras señas de identidad? Acaso alguien piensa que vivir en esta mierda de mundo nos hace acercarnos al filo del suicidio? Venga, gente, sí y no. Estamos jodidos, pero aún tenemos cuerda y miseria para rato. (...)


Porque aún podemos encontrar artefactos capaces de hacerte saltar de la silla, ponerte a bailar como un mongoloide tipo Devo y pegarnos un baño de azúcar. Y si el baño dulce viene de la mano de Mick Collins, aullaremos entre saltito y saltito. Porque nos hemos hecho muchas heridas con los discos de The Gories, porque arañaban y escocían como todo lo bueno. Collins, un tipo de esos capaces de no parar a lo largo de las 24 escasas horas del día, montó en los 90 su nueva banda, The Dirtbombs, y se entregó a placeres más souleros sin olvidar sus aullidos. Y el cambio fue a lo bestia, de no tener bajo, a tener dos bajos y dos baterías. Y lo que parecía que sería un simple entretenimiento, una banda pasa sacar un puñado de singles, tornó proyecto principal. Porque lo merecía y así le salió al bueno de Collins. Eso sí, no dejó ni un momento de sorprendernos, como con Party Store (2011), un disco dedicado a versionar grupos tecno de Detroit. El amor y la adicción tienen muchos recovecos.

Y el tal Collins llevaba ya muchos años anunciando que quería hacer un homenaje en toda regla a la música chicle, a ese pop descerebrado, infantil, pegajoso, puro, puritito bubblegum. Y donde muchos, creo que todos los que le seguimos, pensábamos que se lanzarían a un disco de versiones, nos hemos quedado de piedra al saber que lo que ha hecho es crear su propio bubblegum. De piedra por un momento, porque en cuanto ha comenzado a sonar, ahí que no hemos parado de bailar.

No lo dudábamos, Collins tiene alma de chicle, del que se pega, del que crea la adicción de los productos químicos con sabor a cítricos y embadurnados de puro caramelo, de azúcar, de sacarina de sabor extremo. Si la banda de dibujos animados The Archies fueron unos maestros, The Dirtbombs sólo han demostrado que sus cerebrillos de renacuajos quedaron muy tocados cuando los disfrutaban. Diez pelotazos en menos de media hora, que el chicle pierde rápido su sabor. Diez pelotazos por los que unos Ramones, o unos Redd Kross, o unos Fleshtones hubieran matado con balas de sirope. Porque hay melodías (Crazy for you o Sunshine girl son goma parda, de verdad), hay funky sudoroso (Jump and shout, Hey! Cookie), hay glam ensortijado (Sugar on top, Hot Sour Salty Sweet), hay baladas (The girl on the carousel), hay homenajes explícitos a los Beach Boys (We come in the sunshine), pero todo, melodías, funk, glam, baladas, homenajes, con el inconfundible sabor de la negritud a ritmo de garage, palmas y fuzz.

Que sí, que sí, que sigue arañando. Con distintos acordes, pero con la dulzura de la herida del vivir.

Suena la corriente: "Sunshine Girl" - The Dirtbombs



4 comentarios:

  1. Ya he leído varias reseñas apetitosas del disco, tendré que pedirlo a Olentzero, a Papa Noel o a los Reyes, pues adoro a los Dirtbombs, en especial esa maravilla llamada "Dangerous Magical Noise". Lo que pasa es que también quiero (físicamente) el de Burning, el de Motörhead, el de Michael Monroe, el de Lee Ranaldo y la reedición en vinilo del "In The Wee Small Hours" de Frank Sinatra. ¿Qué hago, Río Rojo? ¿Pido todos a riesgo de ser expulsado de mi hogar?

    Un abrazo.

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    1. Éste es el auténtico meollo de la conciliación familiar, el medio a la eterna sentencia de ''o los discos o yo''. Compense de otra manera su frenesí enfermizo, y ya verá cómo es aceptado, querido amigo. Suya afectisima...

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  2. Hace unas semanas le dí mucha caña a este disco. Tiene algunos temas buenísimos. El post, lo clavas. Abrazo.

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    1. Tiene canciones de las que se meten hasta el tuétano, querido...

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