jueves, 11 de abril de 2013

Rafael Berrio
Diarios (Warner, 2013)
El vino del solitario


Mientras redactábamos los últimos artículos aparecidos esta semana en Río Rojo, y repetíamos nuestro amor por esas pequeñas cosas (que muchas veces lo parecen sin serlo), no dejaba de revolotear en nuestro consciente (nada de sub) la diatriba contra los panegiristas de Las pequeñas cosas que escupe Rafel Berrio desde sus últimos Diarios, mandando callar a poetas y proclamando su incapacidad para ser feliz. (...)


No, lo teníamos muy presente, porque Diarios ha ocupado desde sus primeras escuchas el mismo lugar que en su momento hiciera 1971 y que ya comentamos en estas páginas. Resonaba esa hipnosis mágica que son capaces de transmitir unas canciones a ritmo de vals, a ritmo de teclas de piano, de cuerdas, con ecos a la chanson francesa, y a Cohen y a Reed. Un disco, Diarios, presentado como continuista, pero que va más allá, porque igual tendría toda su validez de no haber existido el anterior.

Y se hace extraño tratar de hablar de él cuando a lo que deberíamos limitarnos es a escucharlo en día de nubes y con trago, a transcribir directamente unas letras desesperanzadas, abisales, poesía de la congoja, pero capaces de atraparte y hundirte en el sillón. Transcribirlas tal y como están paridas, y de inmediato, jugar con ellas, con la inmensa ironía que encierran, con los caminos que parecen dejar cerrados pero en los que encuentras vallas que saltar. Es ese juego mágico que tan bien dirige Berrio en esta etapa de su ya larga andadura musical.

De nuevo con la ayuda de Joserra Senperena, Rafael Berrio pasea por lugares que domina y es capaz de hacerte ver lo que ven sus ojos y sentir lo que siente en las entrañas. Perdida ya La alegría de vivir (…que vayas perdiendo cuesta abajo como vas, la alegría de vivir…), puedes enfrentarte a la muerte en En las lindes del fin, pero aún brindar con ese vino que une a ricos y pobres, malnacidos y almas puras, grandes y pequeños vía Saturno. Y se declara Insomne, eleva a virtud La desgana, echa por tierra su historial en Mi reputación, busca amores tórridos y autodestructivos en la preciosa Sé libre, sé mía (compuesta junto a Mikel Erentxun, toda una sorpresa de canción), recuerda a un querido amor de pago en María Inmaculada, detesta el nuevo día en Amanece o sobrevuela el espíritu musical de los Cale y Reed de los años duros y el sentimental de sus amigos en Santos mártires yonquis (…del jaco de los años buenos…). Pero en todas encuentras esas pulsiones sardónicas que debes descubrir por ti mismo y que te llevan al juego tras la superficie.

Hacía mucho tiempo que hablar de un disco no nos daba tanto apuro. Porque es para sorberlo, no para comentarlo.
Y nosotros, ya descreídos y refugiados en las pequeñas cosas, celebramos que alguien diga que necesita otra medida.
Y encima, te la da.

Suena la corriente: "La alegría de vivir" - Rafael Berrio



2 comentarios:

  1. No sé, creo que me equivoqué con Berrio. Lo retomaré. Voy ahora a leerme la reseña de 1971. Saludos Red, buena columna.

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    1. Berrio no es fácil, lo admito. Pero como caigas en él, te quedas tan a gusto, ned. Prueba...

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