miércoles, 24 de marzo de 2004

Tabla rasa

Del amor se han contado muchas cosas, se ha escrito, analizado, estudiado, cantado, recitado. A veces en exceso (o al menos, con exceso de alguno de los síntomas que produce). Vamos, que su almíbar se nos sube a la cabeza a la primera que nuestro corazoncito da dos latidos de más, y reconozcamos que podemos llegar a ponernos casi insufribles.

Pero también están los que dicen rehuirlo, rechazarlo, negarlo, no necesitarlo (y no se si todos en algún momento hemos pasado por esta etapa de nihilismo "cupídico"). ¡Zarandajas! Semejante actitud no es más que una de las etapas de cualquier proceso de la estirpe acción-reacción.

Porque el amor en sí es un estado placentero, algo ñoño, pero agradable. Ah, pero es el desamor el que nos lleva a rechazar el primero. Ese sí que es uno de los dolores más dolorosos de todos los dolientes. De ese sí que queremos escapar como de la peste. Y sin embargo, el primero no existe sin el segundo (y viceversa, que siempre me ha gustado aprovechar cualquier resquicio para colar este lugar común).

La forma en que cada uno sobrelleva ese dolor es algo que genera discusiones sin fin generalmente entre los que sin ser llamados a ello, opinan como si en ello les fuera la vida. Y siendo yo uno más de entre estas lenguas viperinas, pues creo que hay cosas realmente exageradas.

Porque leía el otro día la noticia (lo siento, no encuentro su enlace en Internet, pero es verdad de la buena) de un pobre hombre (pobre por lo del corazón roto, que no tengo ninguna constancia de su "pecunio"), nicaragüense, a quien su mujer abandonó por otro hombre. Tan doliente estaba el personaje, que decidió cortarse las venas. Pero falló. Así que siguió con su idea fija, y trató de cortarse la cabeza (estupefacto me quedo, porque realmente no atisbo a imaginar la técnica que empleó). Pero volvió a fallar. Y como para superar tantos fallos lo mejor es tabla rasa, pues eso hizo, se sacó el pene, lo puso sobre una tabla, y se lo cortó de un machetazo.

¡Para que luego digan que más golpes da el hambre!



Suena la corriente: "Diamonds on the inside" - Ben Harper