martes, 22 de octubre de 2013

Barrence Whitfield & The Savages
Dig the savage soul (Bloodshot Records / Bertus, 2013)
Una patada donde duele


En Savage Kings (2011) esperabas hasta la cuarta canción, You told a lie, para tomarte un respiro a ritmo de soul. Ojo, hablamos de respiro en cuanto a intensidad rítmica, porque entonces caías en un desparrame de intensidad emocional al ritmo de los chillidos, desbarres y berreos de este animal nacido en Florida hace 58 años pero trasladado a Boston con 22. (...)


En este Dig thy savage soul, ese respiro rítmico llega en la novena canción, con la versión del I’m sad about it de Lee Moses, y como no podía ser de otra manera, vuelve a ser únicamente físico, ya que extrae de la misma todo el torrente emocional que atesora, embadurnado con la agónica voz de Barrence Whitfield. Esta es la enorme grandeza de este tipo, un paseante por los márgenes del rock’n’soul que pareciera circular a toda velocidad por una autopista.

Pero no, lo suyo son esos caminos con asfalto cuarteado, llenos de polvo y suciedad, por los que mindundis como nosotros vamos tan felices, haciendo cortes de mangas a los relucientes cuatro x cuatro que queman millas en el pedazo carretera de enfrente. Y si aquéllos rebotan en sus relucientes altavoces música de raíz negra pero con el espíritu ajado de quien ha vendido su alma no al diablo sino al capital de la comercialidad moderna, insulsa y vacía, nosotros, al grito de Whitfield, sudamos la gota para hacer tirar de nuestro jodido cacharro. Pero lo hacemos mientras en nuestra mierda de altavoces suena una patada en todos los huevos como la de The corner man. Un tipo de la esquina que escupe garage crudo a base de riffs dislocados de guitarra y saxo. Un The corner man que haría las delicias de ese alumno aventajado de nombre Mick Collins.

Y es que hasta ese noveno corte, te pavoneas con la chulería atónita pero digna del abandonado, al ritmo del rhythm & blues de la mayúscula My baby didn’t come home, el garage’n’blues de Bread o Hangman’s token, el espíritu del rock’n’roll arrastrado y canalla de Oscar Levant, esos dos crudísimos rocks que parecen paridos en las más nauseabundas catacumbas de los 50, Daddy’s gone to bed y Hey little girl, o ese himno frat-rock que es Blackjack. Y ya después del noveno corte, aún te queda el sudor de Show me baby y el swing de Sugar, para despedir el disco con una nueva patada donde más duele, la brutal Turn your dumper down, en una excelente mezcla de originales y versiones.

Una vez más, Barrence Whitfield vuelve a conjurar el espíritu de energúmenos con sus mismas desviaciones y pasiones, de Little Richard, Screamin’ Jay Hawkins, Fleshtones, Diddley, Howlin’ Wolf… Y lo hace con sus Savages, donde siempre destacará esa guitarra absolutamente sucia y magistral de Peter Greenberg, que tantas veces ha cuidado las cuerdas vocales de otro alucinado bostoniano como Jeff Conolly en DMZ y Lyres, palabras mayores. Y donde no podemos olvidar el brutal saxo de Tom Quartulli.

Sí, es lo que hay, crudeza, aceite hirviendo y la sensación de que la rodaja quema.
Y es que quema.

Suena la corriente: "The corner man" - Barrence Whitfield and The Savages



2 comentarios:

  1. Cómo me gusta que tengamos presidiendo juntos a " la bestia" de tito Barrencio. Nos apasionan los desviados, no lo podemos evitar. Un fuerte abrazo.

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