miércoles, 10 de julio de 2013

A Javi Trapi...
...te veo el viernes


Me gusta recordarle así. Un diciembre de hace nueve años, yendo al Antzokia a ver a una vieja lumbrera, Alan Vega, que había distorsionado en su tiempo los caminos más angostos del rock’n’roll junto a su compañero Martin Rev en los discos de Suicide. Sus dos primeros trabajos, en plena explosión punk, sangraban igual que muchos coetáneos, pero por senderos más obtusos.

No albergábamos muchas esperanzas, pero tampoco podemos decir que fuera un mal concierto. Vega estaba mayorcito, pero seguía teniendo ese dardo envenenado, si bien ahora con piel de abuelo bastante acartonado. En una de éstas, Alan Vega se paseó entre el público mientras cantaba o gritaba, quién sabe, y cuando nos miró directamente a los ojos, Javi y yo nos miramos a la vez, y no pudimos por menos que descojonarnos. (...)


Nos perdone el buen Vega, pero por un instante minúsculo, Javi y yo pensamos exactamente lo mismo. Si le agarrábamos el pelo, no dudábamos que nos quedaríamos en la mano con el pelucón.

Me gusta recordarle así. Dos años después, saliendo del concierto de Centro-Matic con su flamante nuevo disco Fort recovery en la mano, qué mejor destino que ir a catarlo al Trapi. Javi lo iba a poner con el gusto de quien disfruta cuanto escucha, la pasión de quien ama el rock por encima de tantas cosas. La enfermedad del rock’n’roll, esa de la que tantas veces hablamos aquí.

Me gusta recordarle así. Dejándome un par de discos de Neal Casal y Sondre Lerche, porque sí o sí, tenía que escuharlos. O yendo aquellos jueves de nadie, cuando yo vivía a apenas cien metros del Trapi, a tomarme unas birras y hablar de música. Con Javi no sólo se escuchaba música, se hablaba de ella, se la amaba.

Me gusta recordarle así. Con el Trapi lleno durante la celebración del WOP hace unos meses en la cercana La Casilla, o comiéndonos una paella en casa de L. y L., para después de varios platos y varias botellas, empuñar una guitarra. O acogiendo a un mico como yo, casi recién llegado después de tanto tiempo de nuevo a Bilbao, con sus amigos, ya mis amigos, en una casa rural, haciéndome sentir entre todos que no estaba solo. O tomando copas en la esquina del fondo tantas veces. O en el Azkena Rock Festival, en partida de tenis de escenario a escenario, obviando las charlas y paradas en las barras, porque había que verlo todo, para eso íbamos.

Quien conoce el Trapi sabe que por allí no se pasa, allí se va. Quien conoce el Trapi sabe que allí suena rock’n’roll a todas horas. Y quien conoce el Trapi, sabe que eso no es un templo. Tan manida palabra no lo define. No, el Trapi no es un templo, el Trapi es el salón de tu casa, el sitio donde quieres tomar un trago, fumar y charlar con Javi. O sea, el sitio donde quieres estar, aunque como tantas veces, el día a día nos haya hecho espaciar más de lo que hubiéramos querido las visitas.

Dicen que Javi Trapi se ha ido. Ni de coña, está con Zappa de garitos.
Por eso este viernes por la noche, voy a ir al Trapi, voy a tomar unas birras, voy a escuchar música y voy a abrazar a mis amigos.
Y ni por mis cojones voy a llorar.
Espero.
*Gracias, Txetxu, por las fotos
Suena la corriente: "Hungry Freaks, Daddy" - Frank Zappa & The Mothers of Invention

4 comentarios:

  1. Siento la pérdida. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Y si lloras es porque se te ha metido algo en el ojo, ¿no? Venga, Josetxo, que en el salón de casa es donde podemos llorar a gusto... No te castigues por sentir pena, que es lo más natural del mundo, aunque tu amigo se descojone de ti desde el garito ese donde está con Zappa.
    Un achuchón, querido, disfruta esas cervezas el viernes y no escatimes en abrazos a tus colegas.

    ResponderEliminar
  3. Yo tambien....un buen tipo y un garito de los que no quedan.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias por los comentarios...
    Ayudan.

    ResponderEliminar