jueves, 23 de mayo de 2013

Jesús Ordovás
Viva el Pop (Lunwerg Editores, 2013)
De recuerdos selectivos


La música vive un momento que parece de oro al menos en uno de sus márgenes colaterales: la publicación de libros con esa temática. Hay editoriales nuevas, los títulos que repasan el legado histórico de grandes bandas se suceden, artistas y músicos dan el salto de la composición rítmica a la literaria y quien más quien menos tiene algo que decir al respecto. Y todo ello sea bienvenido con tal de elevar el nivel y conocimiento de la historia que nos ha traído hasta nuestros días. (...)


Sí, quien más quien menos se considera con derecho a dar su visión, pero en el caso de Jesús Ordovás y su libro Viva el pop (Ed. Lunwerg), este derecho es casi una obligación por su parte. Ordovás es un elemento en sí mismo de la historia reciente musical española, y más en concreto del tan cacareado participio femenino del verbo mover, que no fue otra cosa que una explosión lúdica y un despertar a sonoridades que eran habituales en otros ámbitos geográficos exteriores, pero que aquí comenzaban a desperezarse tras la salida del túnel de la dictadura, hacia 1977.

Desde su mítico programa de radio Diario Pop, canalizó parte de este movimiento, sus ansiedades, expectativas, su ausencia o presencia de objetivos, convirtiéndolo en un canal de amplificación, que si bien no fue el único, sí el que más audiencia alcanzó. Y además él fue actor activo y presencial, lo que convierte la obra no en un estudio historicista sino en un volcado de experiencias propias.

Tanto, que Jesús Ordovás, fetichista y coleccionista empedernido, comparte con el lector fotografías personales, viejos carteles de conciertos, flyers, chapas, entradas, portadas de discos, extractos de revistas de la época, fanzines, portadas de maquetas… Un recorrido visual (el libro lleva por subtítulo “De la movida a la explosión indie, una historia gráfica del pop español”) que a los de una cierta edad aportará una visión nostálgica de un pasado no tan lejano y a los más jóvenes, las pautas para comprender mejor cómo hemos llegado hasta aquí.  Al menos musicalmente, claro.

Nada que objetar por tanto al objetivo principal del libro. Otra cosa sería el contenido literario desde nuestra óptica personal, la historia en sí de aquella época y su evolución posterior. No queda duda de que Ordovás es fiel a sus lealtades, perdón por la redundancia. Disfrutamos mucho aquellos años en primera persona con la primera etapa pop-punk de Alaska y Los Pegamoides, con la posterior más oscura cuando Eduardo Benavente reemplazó en labores guitarrísticas a Carlos Berlanga, incluso cuando éste montó los primeros Dinarama. No podemos negarle a Berlanga su excelsa sensibilidad pop. Pero la posterior deriva de Fangoria hacia la electrónica de baile se nos escapa por completo. Entraríamos en la eterna discusión sobre si el llamado pop tiene su desembocadura en las macrodiscotecas y en el baile como tal, algo en lo que confluyó también parte de la generación indie. Es ahí donde nuestro concepto de pop diverge absolutamente.

Tampoco debería haber mucha objeción en el apartado Quién es Quién. Dada su limitada extensión, no deja de ser una selección personal del autor. Pero sí llama la atención la ausencia absoluta a lo largo de todo el libro de algunos nombres que algo tuvieron que decir en diferentes épocas. Por ejemplo, Julio Ruíz y su programa radiofónico Discogrande, que, aunque alejado de nuestros particulares gustos grasientos aquí en Río Rojo, fue una voz con algo más que autoridad en la explosión indie de los 90 y 2000.

Pero evidentemente, cada uno es dueño de sus propios recuerdos, y éstos los amoldamos a nuestros gustos. Por eso los nuestros añoran también a Fernando García y su programa Sin Nicotina.
Aquello sí era puro pop.

Suena la corriente: "Esto no es Hawaii (que wai)" - Loquillo


4 comentarios:

  1. Me pregunto si los Rescuers saldremos mencionados de pasada en el libro, porque fuimos entrevistados por Jesús a finales de los 80.
    Muy interesante eso que dices sobre el ineludible destino hacia la pista de baile de la música pop, ya que algo parecido pasó con el Soul que derivó hacia el Funk y la música disco. A mi no me disgusta bailar, lo que no entiendo es por qué coño a la inmensa mayoría de la gente parece gustarle bailar cosas tan machaconas y electrónicas, con lo bien que se menea el esqueleto al ritmo de los Fleshtones, o aquellos insuperables pies de James Brown ¡Eso sí que era bailar!

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    1. No querido, los Rescuers no aparecen. Ojalá. No es una historia del pop, el texto es más bien poco y casi de acompañamiento. Es un repositorio visual de memorabilia, en algunos casos muy jugosa, como las entradas (a muchos de esos conciertos fuimos, de seguro tú también).
      Pero no creo en lo ineludible del destino del pop en la pista de baile. Todo depende del concepto de pop, y el mío está bastante alejado de Ordovás, aunque alguna vez en el tiempo coincidiéramos.

      Hoy en día, en los terrenos pop, power-pop, pop-punk, se siguen haciendo cosas extraordinarias, muy alejadas de todas esas ideas de pop de escaparate.

      Pero en fin, así están las cosas.

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  2. Anónimo11:51 a. m.

    gracias, por el comentario. Soy Fernando Garcia, el de sinnicotina, jajajajajajajajajaj. Emocionado que todavia haya gente que se acuerde del programa y que lo menciones. Gracias

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    1. A la buena gente nunca se le olvida, caballero. Y la emoción es mía por verte en estas aguas.
      Un fuerte abrazo...

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