jueves, 14 de agosto de 2014

Reigning Sound
Shattered (Merge Records, 2014)
Once momentos de placer


Hay una serie de personajes musicales capaces de navegar por el Río como si estas aguas fueran suyas. Y sin duda lo son. Si en 2011 incluíamos entre lo mejor del año el Rat City que Jack Oblivian había sacado, el año pasado hacíamos lo propio con la vuelta a los estudios de los propios Oblivians. Y, por encima de todos, Greg Cartwright tiene las llaves de entrada y salida de esta barcaza para dirigir su proa donde buenamente lo considere oportuno. (...)


Siempre hemos querido vernos como buscadores de canciones, esos minutos capaces de hacer que uno entienda parte de lo vivido, cambie esperanzas de lo que está por venir o simplemente ayuden a digerir cada una de las pendientes en que pueda convertirse un jodido día. Y si hoy en día hay un hacedor de canciones a quien poco podamos reprochar, de quien no tengamos dudas respecto a su capacidad de creación, pero sobre todo de emoción, ese es Cartwright. Y nosotros celebramos su hipercatividad en todos los frentes que él estime oportunos como ese maná que sabemos va a saciar más de una de nuestras adicciones. Shattered, el nuevo trabajo de Reigning Sound, no deja de ser exactamente eso de lo que hablamos, 11 canciones, diez propias más la versión del Baby, It’s too late de Garland Hilton que grabaran Shadden and The King Lears en 1967, once dulzuras que pasean entre las coordenadas que van del garage al r&b, del beat al pop, y todas con ese manto de negrura soul con que tan bien sabe empapar cada una de sus creaciones. Porque hablar a estas alturas de que Shattered es el disco soul de Cartwright no dejaría de ser una simple salida de tono. Siempre ha estado más que presente, en cualquiera de las reencarnaciones en las que este tipo es capaz de participar, de sus trabajos con Mary Weiss a su excelente Strychnine Dandelion con The Parting Gifts, por citar alguno reciente. 

Pero habremos de reconocer que en este Shattered son los aires negros, el más puro regusto soul, la cadencia del corazón que llora por un amor ido y sueña con su imposible vuelta, los que empapan la rodaja de pasión, tensión y emoción. La que se consigue en dos joyas acariciadas con secciones de viento y melodías catárticas, como la dulce Once More y, sobre todo, un Never Coming Home que podría estudiarse como el ejemplo perfecto de lo que puede ser llorar sin caer en el ridículo, soñar sin resultar patético, cantar con la sensibilidad a flor de piel y la melodía por bandera. Bien, Cartwright canta al corazón a través de todo el disco, nunca ha tenido mucho problema en hacerlo a lo largo de su carrera. Pero es que además lo hace con una capacidad vocal que posiblemente sea la mejor que haya conseguido hasta ahora, simplemente perfecta. Y eso que su tendencia a la acción directa le aleja de ampulosidades, así hace que un soul-funk como Starting New suene como salido del garaje cuando podría haber sucumbido a la sobreproducción. Y para quien aún suspire por su energía más radical, por su garage espiritual, con solo escuchar la fuerza orgánica de North Cackalacky Girl y la chulería beat de My My habrá de reconocer que todo está aquí, lo que Cartwright es y lo que Reigning Sound representan en la música actual: un pasado, un presente y un futuro que llevan directamente a la esperanza.

Y algo en todo esto habrán tenido que ver los que rodean a Cartwright en esta ocasión, que ya sabemos que siempre ha defendido la identidad de banda aunque él esté al frente: la guitarra de Mike Catanese, el bajo de Benjamin Trokan, la batería de Mikey Post y sobresaliendo por encima de cada canción, de cada sonido, el órgano de Dave Amels (todos ellos tocaban en el grupo soul The Jay Vons), actual mano derecha y más cercano colaborador de Cartwright. Y algo habrá tenido que ver el lugar donde se grabó Shattered, los estudios Daptone de Brooklyn. 

Pero sobre todo, algo habrán tenido que ver estos once espléndidos momentos de placer.




Suena la corriente: "My My" - Reigning Sound


1 comentario:

  1. Es el disco, my Lord Of RR, es el disco. Surcando el río rijo como los salmones para ver qué me he perdido. Abrazo

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