miércoles, 25 de septiembre de 2013

Daniel Merino
Café Satistegi, Getxo (22/09/2013)
Entre electros y vino


Pues qué mejor manera de terminar un intenso fin de semana lleno de emociones y actuaciones, de abrazos y guitarras, que apurar un último trago de cerveza antes de la auto-obligada abstinencia, ya en casita, con Daniel Merino sobre el taburete. Porque sabemos que en estas enfermedades no estamos solos, y él se encargó de empapuzar todo el concierto de ese humor negro que tan bien le sienta, a cuenta de los resultados de un reciente electrocardiograma.

Nada que ver, querido Dani, más que cuidarse un poco y no olvidar que los electros son el polígrafo de la salvamedeluxización de la profesión médica. O sea, que no hay que creérselos. (...)


Como sí hay que creer en todas y cada una de las canciones que nos regaló con su acústica, sus armónicas y su piano ocasional. Porque hay que reconocer que puestas así, una detrás de otra, casi 20 canciones seleccionadas, uno es más que consciente de que ahí hay melodías, notas, ritmos y letras capaces de hacer palidecer a más de uno de los que se comen la tostada.

La excusa era buena, concierto íntimo, acústico, en cálido bar de toda la vida y la posibilidad de grabarlo todo para la posible edición futura de un disco en vivo. Así que ahí estaba Saúl Santolaria con todo su arsenal, dispuesto a captar el momento. Y éste nos trajo la oportunidad de escuchar la preciosa El túnel con Saúl y Peter Abels a los coros, y revivir por un momento la magia que desplegaron como trasunto en trío de Marrakesh Express entre los muros del castillo de Frías durante el Rust Fest de hace unos meses.

Pero es que esa magia es pátina que impregna las canciones de Dani Merino, siempre con la raíz musical asentada en esa América que tanto nos gusta y la raíz literaria tantas veces cercana al costumbrismo de unas vidas normales, de las del montón, de las que parecen no dejar poso y que sin embargo viven cada uno de sus momentos con la extraña luz que los hace únicos.

Así, revisó sus cuatro discos, con el peso específico que merecen los dos últimos, Otra vida y El placer de no hacer nada, pero sin olvidar los anteriores, lo que supone escuchar la ya comentada El túnel, la preciosa pieza pop A mi aire o el rock acústico de Písale a fondo, escapando del gatillazo musical de olvidar una estrofa con gracia, a la manera en que lo haría Springsteen, esto es, con toque de armónica. Con canciones tan redondas como ese precioso vals country de El placer de no hacer nada, el aire diferente que da el sonido acústico a Como dos delincuentes, esa delicia que es Me perdí al final abrigada entre copa y copa de vino, los coros de Adela Uribe en la tristeza que impregna En la oscuridad, el piano de Gorka Aguinaga de sus Jeremías Johnson en Nada comprometedor, con ese aire a nostalgia nocturna neoyorquina, o ese Un hombre de provecho que suena triunfal y optimista una vez que se lo dedica a sí mismo.

Terminar al piano con Volveremos a encontrarnos es marcar una cita que sólo espera fecha concreta.

Suena la corriente: "Diferentes de los demás" - Daniel Merino


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