
*Fotos: MusicSnapper & Tom Hagen
Morrocotudo comienzo rockista el de la tercera jornada del Bilbao BBK Live. Tanto, que hasta bien entrada la noche pudimos llegar a pensar que estábamos en las campas del Azkena. Pero no, las escenas que pudimos ver poco antes de abrir las puertas a eso de las seis de la tarde nos hacían topar con la realidad. (...)
La de cientos de chavales que entraron en el recinto a empujones y carreras desquiciadas para ocupar un espacio en primerísima fila, donde casi seis horas después iban a actuar Green Day.
Morrocotudo comienzo rockista el de la tercera jornada del Bilbao BBK Live. Tanto, que hasta bien entrada la noche pudimos llegar a pensar que estábamos en las campas del Azkena. Pero no, las escenas que pudimos ver poco antes de abrir las puertas a eso de las seis de la tarde nos hacían topar con la realidad. (...)
La de cientos de chavales que entraron en el recinto a empujones y carreras desquiciadas para ocupar un espacio en primerísima fila, donde casi seis horas después iban a actuar Green Day.
Allí se asentaron, y allí se quedaron durante seis horas, independientemente de quién tuvieran delante sobre el escenario o quién tocara en los tablados alternativos. Curioso el fenómeno éste del trío californiano.
Así que a cierta distancia de la chavalería, pudimos ver al inglés criado en Chicago Jamie N Commons. Y habiendo crecido en una de las cunas del blues urbano, éste tiene que correr por sus venas. De la misma manera que por su garganta corre el sonido vocal que en ocasiones pudiera hacerle parecer un clon. De Mark Lanegan en una estirada y gutural Lead me home o de Bruce Springsteen cuando canta soul tirando a meloso en Have a little faith. Sus trazos de rock pantanoso
tienen cierto sabor, aunque deriva a espacios previsibles cuando enfrenta medios tiempos o baladas. Aún y todo resultó un aperitivo adecuado que incluso fue coreado por los green boys.

Pero dicha entrada fue compensada directamente con lo que a la postre se convirtió en uno de los platos fuertes, contundentes, grasos del menú del día. Los tejanos White Denim demostraron que se puede ejecutar rock contundente sin melenas (ninguno de los cuatro) ni barbas (salvo el vello facial del batería). Estéticamente no parecieran encajar en su propia propuesta, pero musicalmente no ponen peros a lanzarse de cabeza a un soul funk para abrir boca, y pasear a continuación por senderos casi progresivos sustituyendo los ausentes teclados por desarrollos guitarrísticos certeros. Desbarran entre psicodelia setentera o garage sucio y lo hacen entre toques ruidistas paridos de manera natural, alejados de toda pose forzada. Y confirmaron lo que ya intuíamos, que son una gran banda potente y sincera.

Pero, pero, pero,…, nosotros sólo les disfrutamos esos primeros quince minutos. Sabedores de su impacto y habiéndoles visto en directo en varias ocasiones, optamos por platos marginales. Amantes de la casquería, nos gustan los callos, pero deseábamos una buena ración de los más gruesos chinchulines (intestinos) a la parrilla. Y en eso coincidimos con
apenas dos o tres centenares, lo que es una nadería con las cifras de asistentes que se han manejado estos días. Y generacionalmente, The Bots se encontrarían a gusto entre la chavalería del festival. Los hermanitos de color Mikaiah (voz, guitarra, samplers) y Anaiah (batería) Lei apenas tienen cumplida la mayoría de edad el primero y aún menor el segundo, pero con dos singles y un lp llevan el lo-fi hasta sus consecuencias más extremas. Sin importarles poder sonar descompasados, mezclan el garage más sucio, el blues más marginal, el punk más iniciático con una descacharrante locura juvenil, utilizando en momentos una guitarra acústica para ser machacada como si fuera una eléctrica distorsionada, mezclando su sonido vicioso con samplers recordando a unos Suicide en pleno subidón de anfetaminas, consiguiendo los primeros pogos como si sus adorados Dead Kennedys aún estuvieran aprendiendo a usar sus instrumentos. Son sucios, son desquiciados, son inconscientes, pero nos recuerdan que, aunque ya somos viejos, aún disfrutamos con el vicio malsano.

Mal asunto enfrentarnos tras una descarga así con los versos irónicamente reflexivos del Sr. Chinarro, pero peor fue hacerlo después con la vacuidad de Vampire Weekend. Su cruce del Graceland de Paul Simon con cierta épica rock parece que definitivamente no tiene mayor recorrido. Si A-punk o Cape Cod Kwassa Kwassa pudieron sorprender en su momento, los gorgoritos de White sky en directo resultaban irritantes. Parecían defender su trabajo faltos de garra, garra que posiblemente está ausente en ellos mismos. Albergábamos temores, que quedaron confirmados, por más que en algunas canciones puramente pop subieran algún peldaño.

Y que conste que fue la última vez que lo hicimos (el aguantar) en el Festival. Cometimos el error de acercarnos a Fatboy Slim (por aquello de los Housemartins y tal) y salimos despavoridos en apenas 30 segundos de chunda chunda electrónico, consiguiendo uno de nuestros récord personales. Y nos refugiamos, sólo un ratito, con los locales We Are Standard, admitiendo que su pop bailable madchesteriano no hace nuestras delicias, pero también que han crecido una enormidad como banda, que suenan potentes en lo suyo y que su inclusión de la txalaparta como percusión resulta curiosa.
*Nota: nuestra ausencia durante la segunda jornada el viernes tuvo un carácter estrictamente emocional: necesitábamos compartir en el Trapi nuestro adiós a Javi. Así que afirmamos que la tormenta no tuvo ningún efecto disuasorio. Ustedes sepan disculpar...
Me alegro de que gustasen WHITE DENIM y espero que el sonido fuese mejor que en el Primavera Sound del 2012: Los graves me parecieron horripilantemente ecualizados, con lo devoto que soy de una sección rítmica bien engrasada.
ResponderEliminarPues en esta ocasión tuvieron un sonido más que decente y el concierto estuvo estupendo...
EliminarUn saludo