viernes, 14 de diciembre de 2012

Jesse Winchester...
... y la eterna emoción de una lágrima



Tenía que ocurrir, porque es algo cíclico, algo que no olvido desde la primera vez que lo vi. Y el otro día, el bueno de Joserra RockandRodri Land volvía a abrir la espita. Colgaba en su muro de Facebook una deliciosa interpretación de Ron Sexsmith de su canción Secret Heart en el programa de televisión de Elvis Costello. Y en ese mismo programa, sentado al otro extremo de Sexsmith, el señor Jesse Winchester destrozaba la sensibilidad de los presentes con Sham-A-Ling-Dong-Ding. Ver el lagrimón (hacia el final del video) que corre mejilla abajo por la cara de Neko Case es algo difícil de olvidar. (...)


Y aquí estoy de nuevo. Será porque paso por días con la sensibilidad a flor de piel, porque no siempre las cosas transcurren como uno querría. Pero vuelvo a mecerme con las notas de Love Filling Station, el disco que en 2009 editó Jesse Winchester. No esperes guitarras arrastradas, furia, electricidad incontrolada. Espera mejor las caricias que unas melodías interpretadas con toda el alma pueden ofrecerte. En registro agradable, apto para todos los públicos, vagando por las sendas que un James Taylor hizo populares, Love Filling Station es uno de esos discos que son capaces de abrazarte, de reconciliarte contigo y los que te rodean, de hacerte pensar que al fin y al cabo, este mundo no debe ser tan siniestro si alguien es capaz de generar tanta belleza. Es raíz americana, es la tradición del cancionero estándar, es el regocijo del country-vals para bailar agarrado, es una voz capaz de mecerte y tranquilizarte. Pero por encima de todo, es puro soul, porque es el alma la que es capaz de estremecerte.

Y la vida de Winchester no fue fácil. Saltó a la fama cuando rechazó incorporarse a filas para marchar a la guerra del Vietnam. Se exilió en Canadá, y allí estuvo, con prohibición expresa de girar o ni siquiera entrar en los USA, hasta que bajo la presidencia de Jimmy Carter recibió el tan deseado indulto. En Canadá recibió la ayuda de Robbie Robertson, pero esa ausencia hizo que de alguna manera perdiera el tren de la fama que llevaba en sus vagones a gente como James Taylor, Joan Baez o Emmylou Harris. Aunque sería sólo la fama, porque fue capaz de realizar delicias como Jesse Winchester (1970), Third down, 110 to go (1972) o Learn to love it (1974) donde folk, country y blues bailan en un delicioso intercambio de fluidos musicales. 

Y no olvidemos que sus canciones han sido cantadas por voces señeras. Pero es que piezas como Yankee lady, The brand new Tennessee waltz, Biloxi o Mississippi, you’re on my mind son obras vitales, de las que arrugan pero alimentan.
Ya arreglados sus problemas legales, su carrera continuó con discos originales y en directo, hasta este Love filling station al que vuelvo cada vez que lo necesito, y es a menudo.

Pero es que el título del disco lo dice todo. Para qué necesitamos más. Un poquito de reggae-soul en O what a thrill, ese vals country entrañable de Bless your foolish heart, sus lecturas de Stand by me, Loose talk o la preciosa Far side bank of Jordan, la nana de Sham-a-ling-dong-ding o la calidez de I’m gonna miss you girl o I turn to my guitar.

Que Neko Case llore es algo de lo más normal.
Yo le entiendo perfectamente.


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