jueves, 15 de marzo de 2012

Andrew Bird
Break it yourself (Mom + Pop Music, 2012)
Con las manos en los bolsillos


Andrew Bird es un tipo curioso. Comenzó a estudiar música con cuatro años, especializándose en el violín, instrumento del que es un auténtico maestro. Sus primerizas influencias provenían de la música clásica, aunque de chaval comenzó a interesarse por los sonidos campestres de Irlanda y el sur de los Estados Unidos. Jazz, swing, folk, música latina y rock se unen posteriormente a un bagaje que ha plasmado a lo largo de toda su discografía. (...)


Él siempre se ha visto más como un multiinstrumentista que como un cantautor al uso. Y ha sido capaz de integrar en su música un sonido que en otros casos es meramente esporádico, pero en sus discos es imprescindible marca de la casa: el silbido humano. La mayoría de sus composiciones lo utiliza, lo que enerva a unos y agrada a otros. Y reconozco que más de una vez me he encontrado silbando en la ducha la melodía de Oh no, de su disco de 2009 Noble beast.

Muy lejos quedan los sonidos blus, R&B, bluegrass e incluso garage que se podían masticar en discos como The swimming hour, o, en propiedad, los grabados con su banda Bowl of Fire. Su paso a un folk sentido y de regusto pop fue imparable desde Weather Systems (2003). Su influencia musical más clásica se impuso, y no se puede obviar en ello la poca trascendencia comercial que consiguió con sus obras más rock.

Break it yourself ahonda más en este folk de cámara, y es un paso lógico tras el buen funcionamiento de Noble beast. Lógico, aunque exento de riesgo. Para qué, si ahora mismo ha encontrado una fórmula que funciona, en la que se encuentra a gusto y con la que es capaz de brillar tanto musicalmente como en la expresión de sus conflictos internos. Continúa con sus silbidos, con su rascar con las yemas de los dedos las cuerdas de guitarras y violines, con sus toques folk, sus latidos country, sus estribillos deudores de los Beatles, sus toques de jazz o swing o su influencia orquestal (es autor de varias bandas sonoras), como en ese interludio Behind the barn, perfecta sintonía cinematográfica.

En Danse Caribe acude a ritmos afro-latinos y celtas y su ambiente se asemeja al propuesto últimamente por Paul Simon, en Near death experience experience nos presenta un bolero coral con Cuba en el horizonte, Give it away es puro pop, en Eyeoneye se desmarca del resto del álbum con la pieza más rock (tiene ecos incluso de Low!) o intuimos sonoridades cercanas a los Wilco más sosegados en Fatal shore.

En efecto, tal vez podemos achacarle esa falta de evolución (cuidado con esta palabra, sus efectos pueden resultar muy perniciosos) o tal vez podemos disfrutar una vez más del ambiente sosegado, melancólico, personal y bello de un disco que, grabado en el pajar de su granja, nos propone un viaje introspectivo y emocionalmente tranquilo.

A pesar de los pesares, opto por esta segunda opción.
Y silbando con las manos en los bolsillos que me voy!

Suena la corriente: "Danse Caribe" - Andrew Bird


3 comentarios:

  1. Lo descubrí no hace mucho y es verdad, es un gustazo. Desconocía lo de su antigua banda Bowl of Fire. Saludos.

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    1. Es un tipo muy interesante, Johnny. Quitando su primer dsico, los tres siguientes, Thrills, Oh, The grandeur y The Swimming Hour venían firmados por Andrew Bird's Bowl of Fire, que era grupo estable. Fue como le conocí, y esos tres discos me encantan.

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  2. Gracias a ti, por pasarte y bañarte en el Río. Y por los blogs que llevas (ay, Capitanes Intrépidos! qué recuerdos!).
    Y si hasta ahora te gusta Bird, el disco no te decepcionará.

    Saludos.

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