martes, 3 de noviembre de 2015

BIME Live
BEC, Barakaldo (30-31/10/2015)
De franceses, sin hogar, folkies y féminas agerridas


*Texto: Jaime G. López "Desperdicios"
*Fotos: 1,3,5 y 6 RhythmAndPhotos; 2 y 4 MusicSnapper

Jornada 1: Viernes 31 de Octubre
Una vez traspasadas las estrictas medidas de seguridad de acceso al festival, que superan con creces las de la media de los inexpugnables aeropuertos norteamericanos...(...)

con un cacheo propio de centro penitenciario con unhappy ending incluido, nos dirigimos con el tiempo justo para descubrir la primera sorpresa de la noche.

Bajo el nombre de Gaspard Royant se esconde un chançioner rocketa francés al frente de un divertido combo de retro rocknroll-garaje con cadencia también por el pop y el soul sincopado y baladero. Con estrecha chaqueta blanca y movimientos de twist, Gaspard mostró buena voz secundado por su cuarteto con flamígera y swingera guitarra, alta en la mezcla a pesar de los problemas de sonido que pagaría la desgraciada con un par de patadas al final del bolo.
Además de revisar las canciones de su primer trabajo “10 Hit Wonder”, como Europe, The Woods, Baby I’m with you o su hit y divertido homenaje a Marty McFly, en fechas muy apropiadas para ello, versionaron el Heatwave de Martha and the Vandellas con coros melódicos por parte de los bailones y disfrutones músicos. Presentaron también algunas canciones, como Hard Times, de su próximo trabajo que saldrá en primavera. 
En fin, una de las más notables sorpresas del festival en el que los asientos del Teatro se nos hicieron bastante incómodos por las ganas de bailar al son de Gaspard y sus muchachos. 

Benjamin Clementine era a priori uno de los platos fuertes de la noche. Habíamos leído la historia de este británico que acabó viviendo en las calles de Londres y París. Pero visto lo visto y su destreza al piano, más allá de su increíble talento vocal, intuimos que la historia seguro es más compleja.
Lo cierto es que ver a un antillano de casi dos metros tocar el piano encima de un taburete alto estirado sobre el teclado, descalzo y con una suerte de abrigo azul que gustoso hubiera calzado Harpo Marx, era ya de por si un espectáculo. Solo superable por el momento en el que sus manos empezaron a realizar florituras sobre el instrumento a la vez que su voz subía hasta notas inalcanzables con un dramatismo sorprendente.
Posee Clementine una increíble voz barítona cuyos ecos enseguida nos condujeron a Nina Simone, doblemente si lo emparentamos con su técnica al piano. Y si nos permiten otra comparación más atrevida en los momentos más altos, a nosotros nos dio por recordar a Screamin' Jay Hawkins en esos ramalazos operísticos que tanto le gustaban.
Dividió su actuación en números ejecutados en solitario al piano (los primeros y los finales) y otros en ejecución compartida con excelso baterista de corte jazzístico y gusto por las percusiones sincopadas de jazz moderno, que casaban perfectamente con las interpretaciones de Clementine.
Así fue desgranando los temas más relevantes de su At Least for Now como Cornerstone, London, I won’t complaint con un interludio magistral de  su batería. Y todo ello con una intensidad emocional de tal calibre que cuando abandonó el escenario ni el respetuoso público ni él mismo se dio cuenta de que apenas habían pasado cincuenta minutos de su actuación. Así que tuvo que volver y disculparse por el despiste para despedirse apropiadamente con Adios

El líder y alma mater  de Iron and Wine, Sam Beam, ofició en solitario durante su actuación en el BIME. El de Carolina del Sur abrió con The Trapeze Swinger un set acústico, intimista, arpegiado y sentido, caracterizado por la profunda voz sobre los desarrollos guitarrísticos. Folk con reminiscencias clásicas americanas pero también británicas, a nuestro parecer.
En inusual aproximación al público fue pidiendo qué canciones tocar, cambiando afinaciones para contentar al respetable como cuando interpretó su  sentida  Naked as we Came. Acarició el blues en la intensa Lover’s Revolution donde, como dijo Josetxo, el polvo del desierto se podía masticar. Nos dejó ecos de los Simon and Garfunkel mas reflexivos en Rabbit will Run. Nos conmovió con Tree by the  River donde un error de ejecución le hizo reflexionar sobre el porqué los errores reciben más aplausos que los aciertos.
Ejecutó un concierto que a pesar de lo intimista mantuvo la tensión, supo romper el hielo de la intensidad con paradas y bromas,  ganarse al público con la interactuación al pedir canciones y lejos de resultar cargante o aburrido nos hizo disfrutar. Algo que sin ir más lejos un día después con los Villagers no se consiguió. Y es que hay que tener cuidado con las propuestas en exceso intimistas ya que pueden acabar resultando pesadas si no saben manejarse con el arte y naturalidad con la que lo hizo Beam. 

Una versión estilizada de Matthew E White se presentó en el BIME para descargar su personal versión de los ritmos cálidos sureños. En cuarteto sin vientos ejecutaron su soul after hours, susurrado con bonitas guitarras enlazadas, la de Matthew con sustain, la solista (de interminable mástil), aguda y preciosista.
El Virginiano abrió suave y susurrante con sedoso soul sureño a la Isaac Hayes con One of these Days. Pero picotearon también en el pop con Visions, aceleraron con el boogie Big Love con ecos de Gibbons y sus secuaces. Acariciaron el rock sureño aderezado de coros poperos con Fruit Tree. Y volvieron al soul perezoso con Take Care my Baby, con registro vocal similar a los primeros Alabama Shakes. Y es que el barbado lider es jerry garciesco no solo en apariencia sino en su cadencia al cantar. Salvo cuando se enciende cual predicador loco de emisora evangélica del cinturón bíblico sureño. 
Y es que en definitiva la propuesta de White trata de eso, de góspel penitente en ese gran fresco de música sureña que es capaz de desarrollar a partir de los principales géneros de su Sur natal. Sin duda uno de los grandes conciertos del festival. 

Jornada 2: sábado 1 de noviembre 

El BIME del Rio Rojo se centró este año en el escenario denominado Teatro-Antzerkia, y es que más allá de los obvios motivos de oferta musical, lo reducido del espacio y la optima acústica lo convierten en un inusual espacio en el que poder disfrutar en un festival de gran aforo. Cosa curiosa además aquí el eco de los altos techos juega a favor del sonido que consigue una reverberación excepcional que dimensiona las propuestas más intimistas.

Así que programa en mano inevitablemente el mismo nos devolvía de forma recurrente a dicho escenario, por más que hiciéramos esfuerzos entre conciertos de disfrutar de propuestas más mayoritarias, el sonido rebotado en mil direcciones nos devolvía a nuestro lugar. Nada que objetar especialmente cuando se disfruta de una oferta como la que allí se brindó, que ya de por sí lo convertía en un mini-festival muy apetecible de atender.

El western-swing crooner Pokey Lafarge salió a escena vestido de guarda forestal de Yellowstone. Ejerció en septeto multidisciplinar con dos vientos (trompeta y saxo/clarinete femenino), banjo, dos guitarras y base rítmica, abriendo con Knockin in the Dust. Retro hasta la extenuación, con sus vientos apoyándole en armoniosos coros y su banjista instrumento por debajo de la cintura, piernas abiertas como un guitar hero, ejecutaron Something in the Water. Con guitarra slide remedando a Steel guitars, el chulapo Pokey animaba a Bilbao a bailar mientras la clarinetista cabalgaba la melodía Bowlegged Woman que sonó con ecos de Cotton Club.
Como se trataba de su último concierto antes de  volver a casa tras extensa gira europea, decidieron que era apropiado atacar Goodbye, Barcelona a ritmo de swing flamenco con reminiscencias de Fun in Acapulco de Elvis, vamos, entre Mexico, Italia y algún lugar indeterminado de nuestro país. Y siguiendo con sonidos de la frontera y un poco menos retro sonó Carmelita, una de esas joyas desconocidas del repertorio de Warren Zevon. 
Siguiendo los ágiles cambios de formación pasaron a trio hillbilly: guitarras acústica, eléctrica, contrabajo (+ armónica) para cantar La la la Blues en un show muy estudiado para ser variado y mantener al público electrizado  con los cambios. La solvencia de la banda quedó demostrada en la ejecución de un instrumental cabalgando entre el surf y Morricone y mostrando las dotes de cada uno de los miembros. Y como el western swing es su principal arma, acabaron con un viejo tema de Bob Willis and his Texas Playboys, What’s the matter with the mill.
Mismo escenario, misma hora y misma sensación un día después ¿Qué hacen estas sillas aquí si deberíamos estar bailando?

A mediodía en reencuentro con nuestra amiga londinense Vanessa Reed, ya nos había advertido, 'no te pierdas a las Savages'. Cuarteto femenino que ejecutan postpunk con increíble energía merced a su potentísima base rítmica y el carisma de su lideresa. Tanta energía que el público parecía ir a remolque cuando era increpado por Jehnny Beth '¿estáis vivos, o sois zombies?, ¿Por qué no os movéis?'. La vimos abrir su camisa negra para enseñar su ropa interior, caminar sobre las masas de forma bastante atrevida y terminar el show con un llamamiento al sexo opuesto que se nos atragantó un poco. Es el suyo un rock aguerrido con tintes góticos y machacona base rítmica  pero orgánica con los simples adornos de su guitarra tendente al minimalismo. Se centraron en los temas de su debut Silence Yourself y el adelanto de Adore Life que saldrá el próximo enero. Y a pesar de que el sonido de pabellón no era el más adecuado sin duda demostraron ser un grupo muy solvente como ya han sido reconocidas en las Islas. Pero vamos, que a tenor de la conversación mantenida al mediodía y como me explicaba mi amiga involucrada en cuestiones culturales, las ayudas al rock, a las bandas femeninas  y a la industria esa es otra liga, y así les va, exportan y generan dinero. En fin, otra galaxia alternativa.  

Los Villagers no nos llegaron, sería porque no lo captamos, ya empezábamos a estar saturados de la gran música que habíamos disfrutado o que sinceramente el intimismo lineal de su propuesta nos pareció, después de veinte minutos, muy plano. Ejercieron en quinteto con arpa, contrabajo, batería, trompeta  y atmosféricos teclados, en suaves desarrollos arpegiados con arreglos preciosistas y así en bucle durante toda su actuación, que como decimos, se nos hizo pesada por monótona. 

Otro de los grandes nombres, dentro de las propuestas más selectas del teatro, era el del joven Michael Kiwanuka, también londinense y escorado hacia una suerte de soul-folk, a quien han emparentado con grandes nombres. Quizás demasiado grandes para alguien que inicia su andadura y solo atesora un disco en su mochila.
Ejercieron en cuarteto racialmente mixto y se lanzaron al soul sincopado en medios tiempos muy rítmicos con la guitarra solista pergeñando arreglos de teclados y vientos a través de gruesas notas. Fueron desgranando los temas del hasta ahora su único disco, Home Again. Con acústica y sonidos folk americanos a la Richie Havens en Tell me a Tale, hay que reconocérselo, sus canciones tienen cuidados puentes y estructuras. Alternando guitarra acústica y eléctrica, donde se permitía protagonizar extensos pasajes solistas, como en Bones. También aprovechó para tocar algún tema de su próximo disco, que anticipa más tranquilo con baladas medio tiempo.
A nosotros nos atrapó más en los desarrollos de soul funk lisérgico y repetitivo cuando la banda se quedaba cabalgando sobre los mismos acordes, con Kiwanuka y su batería moviendo la cabeza a ritmo. Home Again fue uno de los momentos más intensos con sus toques de blues sentido e íntimo.

Y para rematar la noche en el Teatro, nos quedaba una última píldora de rock enérgico y vitaminado, el ejecutado por Sallie Ford en trío femenino y coral, una vez finiquitada su formación anterior, Sound Outside. 
I’m happy I'm Spoiled en versión a capela abrió la sesión para enlazar eléctricas y rockeras el Baby won't you con potentísima batería felina. Con They told Me quedó claro cuáles eran las virtudes y carencias de la formación. A saber, aguerrido power trío con desbordante batería y precioso bajo donde la lideresa quedaba mal parada a nivel musical, que no vocal, en las partes solistas, aunque la cosa fue mejorando según avanzaba el concierto.
Con ramalazos sesenteros de girls group en Lip Boy o en Hey Girl jugando con cierta inocencia que contrastaba con su lado más guerrero en temas como Fuck That. De hecho hacia el final del bolo se fueron mostrando más ásperas y garajeras. Dos caras de la misma moneda.
Poseen notables melodías y estribillos y las canciones de Ford son originales y frescas aunque lo justo de la formación a veces jugara en su contra. Estuvieron cercanas con el público, con quien bromearon.

Y así, con una sonrisa en la boca, dimos por finalizado el festival en cuanto a las aguas de este Río toca, es claro que de otras aguas se alimentan los redactores y había que enjuagarse.

* Crónica de Josetxo Río Rojo en Mondo Sonoro

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