viernes, 7 de octubre de 2005

Olores conocidos

Olvido la Lima incorpórea y la Cartagena habanera (si hasta sus murallas son su malecón), y me sumerjo en la Sudamérica que identifico, que me es afín, que me lleva a mis años pasados. El conserje del hotel pone cierto mohín cuando ve que salgo a pasear por Cali. Asumen el papel de responsables del huésped (y no sé por qué, si ya está todo pagado). Pero yo no puedo evitar la imagen que de la ciudad han creado los medios, las películas, los libros. Y supongo que los propios actores de la acción.

Y me encuentro con el caos de carros, motos, bicicletas, autobuses de todo tamaño, color y pelaje, cláxones, pitidos, gritos, risas. Gentes de un sitio a otro, supongo que con un destino (aunque no lo parezca), grupos abigarrados esperando el verde de un semáforo que no respetará ningún auto, con ese frenesí del caos que en nada se parece al estrés de nuestras calles.

Olor a fritanga, a lechona rellena de arroz y chicharrones, a jugos de todos los colores, a frutas de todos los sabores, a sexo de todos los géneros (y subgéneros). Música estridente en cualquier esquina, roce de pieles blancas, morenas y negras, cuerpos imposibles, el reino de la curva, la extinción de la anorexia.

Los bingos abiertos a pie de calle, con mesas, sillas y cartones que se antojan de uso eterno, cientos de quinielas, loterías y rifas (el sueño del pobre), copetines que prometen ambiente familiar y ofrecen oscuridad abisal, iglesias que reciben al nuevo Papa, el ratero que corre seguido del embaucado que aún así se pone su camiseta antes de la persecución (carreras con dignidad), el niño con su bote de cola (peluches de quien no tiene nada).

Vuelvo al hotel al rato de caer la noche habiendo olido lo que conozco, pero jodido por esa búsqueda de la seguridad que el europeíto cree que solamente encontrará en su jaula de oro. Jodido por no haber bebido en el copetín de ambiente familiar.

Trabajo sábado y domingo (el capital no respeta fiestas de guardar), pero mañana (ya hoy) en Bogotá creo que es hora de estirar las piernas. De salsear. De marcarme un vallenato bailando como si lo hiciera con Ella.



Suena la corriente: "Cali pachanguero" - Grupo Niche

Navegado en Cali, Colombia

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