
Suele ocurrir, esa sensación de ir cayendo en un disco con tiempo, de ir dejándole que vaya esparciendo su líquido medular, que él mismo vaya viendo si es capaz de llegar hasta el mismo tuétano o es necesario ir retirándose poco a poco de un lugar en el que acaso no sea bien recibido, en el que los anticuerpos opongan una excesiva resistencia. Pero cuando se expande y conquista territorios, el placer del nuevo súbdito es inmenso. (...)