
En muchas ocasiones resulta desarmante la facilidad que unos tipos demuestran para componer melodías. Todos aquéllos que alguna vez hemos compuesto música sabemos que unir notas tratando de formar algo que tenga un sentido melódico es algo más que un momento de inspiración. La melodía tiene vida propia, y es capaz de esconderse en los lugares más recónditos.
Ah, pero cuando uno la encuentra! Cuando de repente eres consciente que has osado entrar en sus dominios y ésta se ha entregado como si estuviera esperándote. Te sientes el ser más feliz del mundo. Lo has hecho, tienes una melodía de esas que son capaces de estrujarte de por vida. (...)