
Es lo que tiene la música en directo. Que un día pasas de alcanzar tus cielos particulares, aquellos en los que te mecen canciones en las que el pop teje melodías de fina belleza, para al día siguiente arrastrarte por tus infiernos también particulares, en los que el rock’n’roll sabe del color oscuro de la noche, de la herida sobre el cuerpo blanco y del alma jodida a jirones. Y ambos, cielo e infierno, sólo tuyos, en ausencia de dioses y diablos, son placenteros. (...)