Coger el coche un sábado por la noche, irte hasta Vitoria para ver una prometedora velada de power-pop y garage, y no poder consumir una mísera cerveza por mor de tu propia seguridad, es, cuando menos, una putada. Pero si, a pesar de ello, más allá de las tres de la mañana vuelves a casa con una sonrisa de oreja a oreja, algo ha ocurrido en dicha velada que ha merecido la pena. (...)