
En ausencia de pista de baile cercana, sombreada por farolillos y pespunteada por los sombreros de cowboy del respetable, bueno será el salón de cada una de nuestras casas. Pero lo que es seguro es que, una vez más, escuchar a The Mavericks no permitirá el audio apacible, relajado y descansado. Absolutamente imposible no bailar con Raúl Malo y sus secuaces. (...)