lunes, 14 de abril de 2014

Un Pingüino en mi Ascensor
Café La Nube, Bilbao (12/04/2014)
Con los anillos bien puestos


Cuando hace unos meses publicábamos la noticia/píldora sobre la consecución por parte de Un Pingüino en mi Ascensor de su proyecto de crowdfunding en menos de 58 horas, llegó a comentar Jose Luis Moro: No sé qué es más hito, si lo del crowdfunding o que UPEMA aparezca en Río Rojo. Pero a pesar de esa fama inconsistente pero ganada de que en estas aguas solo hablamos de barbudos con camisas de leñador, no sabe esta pareja cómo las gastamos en Río Rojo y lo sujetos que tenemos los anillos. (...)


Cuenta otra anécdota acaecida hace muchos años, cuando quien esto escribe tenía casi treinta menos y daba clases particulares (¡de matemáticas!) a una jovencita para ganarse unos cuantos duros extras que dilapidar en discos y cervezas, que la chavalita, conociendo mi amistad con Jose Luis, me preguntó cómo era. Pisé la tangente diciéndole cómo se lo imaginaba, y me contestó que vestido de negro impoluto, depresivo, extraño, huraño… me quedé sorprendido porque no era la imagen que de Un Pingüino en mi Ascensor pensaba que precisamente tenía la gente, pero ella argumentó que todas sus canciones hablaban de muertes, asesinatos, desgracias, funestos aconteceres y sombrías predicciones. Evidentemente, hubo que darle la razón, si bien contesté que de esas cosas mejor era hablar tentándolas con una sonrisa y que mejor era dejar el sentimiento trágico de la vida para los algoritmos.

Sea como fuere, los estereotipos de uno u otro tipo (excepto imaginarles con camisas de leñador) siempre han rondado a UPEMA. Y uno, que tiene la suerte de ser amigo de Jose Luis y Mario Gil (Paraíso, La Mode, Aviador Dro) desde la tierna mancebía (aunque sea dudoso que ninguno hayamos alcanzado la madurez) siempre ha considerado que lo suyo no es otra cosa más que un libérrimo sentido lúdico del pop. Por melodías, por letras, por espíritu, por la absoluta falta de pretensiones y por el intrincado juego imaginativo que les hace capaz de construir una canción sobre la impredecible fauna microbiana que hubiera en la pelambrera de Bob Marley. Y con una idea irreverente de la vida que les lleva a ser el trasunto electrónico de Los Nikis, en cuyo festival homenaje han participado.

Por eso ahora, caminando al margen de la industria, de las revistas, de los medios, a punto de sacar su primer disco en diez años (Sex & Drugs & Nasal Pop), adquieren su más impúdico sentido, llenando cada garito donde actúan. 25 años desde su anterior vez en Bilbao para arremeter de nuevo contra Manuel Luque, Heman y Barbie, El Sendero Luminoso (en pura versión casiotone), la Perestrioka, los malditos gaiteros, recitar 41 películas porno, ver a Mario a lomos de su guitarra eléctrica (ja, todos tienen  vicios), el sanguinolento Bobby Johnson, unir el club de tenis con la enfermera de noche de La Mode o conseguir buenos bailes pogo con una deslumbrante versión de Makoki de Paraíso. Y cambiar las letras a viejos éxitos kitsch para dar cera a Ryanair o al pozo sin fondo de Urdangarín y los gualtrapas que le rodean.

Como ellos dicen, no tendrán bajo ni batería, pero tienen un grupo de facebook.
Y nosotros los anillos bien puestos.

Suena la corriente: "El sangriento final de Bobby Johnson" - Un Pingüino en mi Ascensor


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