martes, 3 de abril de 2012

Willie Nile
Kafe Antzokia, Bilbao (31/03/2012)
El hombre de las mil guitarras



Y después de estar en tu casa, en tu sofá, charlando y disfrutando de la música como lo hicimos, toda una hora y media larga que se hizo cortísima, después de estar tan a gusto, después de esos momentos de felicidad entre música y silencio, dejas el vaso de whisky y rocas, dejas el sofá, y te planteas unas cervezas, porque es party time. Y mientras cruzas la Gran Vía, y los Jardines de Albia todavía en estado de ensoñación, con cada uno de los poros de tus fibras sensibles abiertos, te vas a otra sala donde Willie Nile te espera para una nueva ración de vida. (...)


Vida distinta, la otra cara de la moneda, de esa moneda llamada rock. Porque tratas de escribir palabras que se ajusten a la delicia vivida, y buscas otras que describan la fiesta que una vez más Willie Nile tenía preparada. Sí, seguramente demasiado similar a lo ofrecido el año pasado, pero fiesta de rock'n'roll al fin y al cabo. Rock y punk a borbotones. Para terminar la noche con sudor.

Y tratas de volver a buscar palabras bonitas que se ajusten a lo que Willie Nile ofreció en el escenario del Antzokia. Y seguramente, buscando y rebuscando, encontrarás esas palabras bonitas. Pero igual te saben a poco. Igual, tienes ese punto en el que lo que apetece es escribir con palabras algo más gruesas. Y al fin y al cabo, para eso están las palabras. Para superar esas dicotomías. Porque el mismo día pasamos de la delicia más tierna a la auténtica bola de demolición.

Y entonces escribes que sí, que Willie Nile es un jodido canijo cabrón que es capaz de ofrecer en un escenario la razón por la que muchos no podemos vivir sin una música de mierda como esta. Y te quedas tan a gusto, para qué palabras bonitas si en ocasiones las gruesas saben mejor.

Si hace unos días, en la crónica sobre el concierto de Jonathan Richman en Zarautz citábamos a un amigo que decía que actualmente Richman está haciendo lo que le gustaría estar haciendo a Bob Dylan, podemos extender esa misma frase cambiando los protagonistas. Ahora mismo, Willie Nile está haciendo lo que le gustaría estar haciendo a Bruce Springsteen. Esto es, descargar todo lo que tiene dentro, toda su energía y rabia, toda su fuerza y sensibilidad, sobre un escenario, mediano o pequeño, sin deudas con su pasado, sin cadenas ni ataduras. Ahora mismo, Willie Nile es puro rock’n’roll, es puro punk, es esa bola de demolición de la que habla Springsteen en su último disco. Es un currante, un trabajador, es el auténtico Jack of all trades del rock.

Y está claro que hablando de Nile hablamos de rock americano, porque Streets of New York o Love is a train, con Nile al piano, hubiera querido componerlas Springsteen, pero nunca las encontró. Y hablamos de punk, porque es la fuerza con la que se mueve por la escena, y dedica dos canciones a sus brothers, Joey Ramone en Can´t stay home y Jim Carroll, ese increíble punk, poeta y yonki, en una tremebunda versión de People who died. Los dos se han ido ya, pero los hace presentes en el escenario.
Pero hablando de Nile, hablamos de puro power-pop, porque siempre ha tenido ese regusto a Nerves, a Plimsouls, porque cuando arremete una antológica Run, sabes que esa canción hubiera destacado entre las mejores del disco de debut de Paul Collins (uno de los mejores debut de la historia del pop-rock). El grueso del concierto es el extraordinario The Innocent Ones, una joya del power-pop, y de la esperanza y urgencia, una Give me tomorrow que es pura explosión, pero es capaz de pasar del One guitar al House of a thousand guitars, y parece que suenan, sí, mil guitarras, con un Jorge Otero (como desde hace tiempo acompañando a Nile en España) simplemente espléndido. Presenta una canción, Holy war, que irá incluida en su próximo disco, y te deja impresionado con una ya clásica e impactante Golden Down.

Y demostrando que lo suyo es ese pop-rock más desaforado, y antes del broche final con la solicitada You gotta be a Buddha in a place like this, se marcan un A hard day's night que suena como si hoy en día los de Liverpool estuvieran vivos y resucitados por la mordedura del punk-rock.

Las dos caras de una misma moneda, en un mismo sábado noche.
Música entre silencios.
Y el hombre de las mil guitarras.

Suena la corriente: "Run" - Willie Nile


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