lunes, 30 de noviembre de 2015

Kurt Vile
b'lieve i'm going down... (Matador, 2015)
Humo nocturno


Tienen los discos de Kurt Vile la evocadora capacidad de resultar igual de sorprendentes, de deseables, sea cuando sea que los vuelves a depositar sobre el plato o el reproductor, así hayan pasado meses desde su aparición. No son fruto del momento, no pertenecen a la urgencia con la que solemos vivir el día a día musical. (...)


Evidentemente, algo de eso queda claro en la música en sí que campa por sus surcos. Una especie de pereza se apodera de las notas que van surgiendo, y entre repeticiones y ambientes muta en hipnosis. Repasando textos anteriores certificamos que la palabra voluta, poco arriesgada habremos de reconocer, pero apropiada, se repite, ya que sus canciones adquieren en más de una ocasión ese componente que tiene el humo de tabaco de girar y trepar alrededor de uno. Así, su manera de tocar, ese fingerpicking tan característico, te engancha, atrapa y vela como humo natural inhalado, como tabaco respirado y saboreado.

Y si la música de Kurt Vile siempre ha producido esa identificación con el tabaco, este b’leive i’m going down... queda más marcado si cabe por la voluptuosidad del humo nocturno, aquel que caracolea entre la pura oscuridad de una habitación sin focos. Disco en el que la guitarra acústica adquiere un protagonismo primordial, llevando en volandas los ritmos de quien parece entender cada canción como un mundo entre lo real y lo onírico, pero plenamente representativo de la esencia de su autor. Porque si en Pretty Pimpin se muestra a las claras una continuidad con su anterior Wakin on a Pretty Daze, ya en I’m an Outlaw y sus punteos de banjo (él, que comenzó a tocarlo a muy temprana edad como regalo de su padre) sobre ritmos sintéticos compruebas que los caminos no le alejan de la casa familiar que comparte con mujer e hijos, sino que vuelve a ellos en modo recogimiento, desde ese nostálgico That’s life, tho (almost hate to say) al juego íntimo de All in a daze work o la desarmante belleza crepuscular de Wheelhouse, un paseo inolvidable.

Mantiene la esencia, los chasquidos lisérgicos, el pop como encarnadura sobre la que crecer, el folk de tradición americana sustituyendo en mayores ocasiones la misma tradición del rock, pero con canciones concisas, cerradas, circulares, como siempre han sido las suyas. Y alcanzando el magnetismo del piano dibujando un riff de notas sobre el que construir una preciosidad como Life like this, sin renegar de ese espíritu a chill out de corte jazzístico en Lost my head there.

Sigue volando Vile, sigue creciendo aun cuando no busque la expansión sino la inmersión.

Suena la corriente: "Pretty Pimpin" - Kurt Vile


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