miércoles, 23 de julio de 2014

Chau, Michi Oliva
El rock no hay que verlo, hay que sentirlo



Michi Oliva era ciego. Ya, y qué? Como Ray Charles, nos decíamos entre nosotros. Siempre lo llevó con su gracia particular, diciéndote viste? cada dos por tres, antes de su risotada. Pero era ciego en un mundo de dj’s y gente de radio. Nunca vi a alguien acariciar un vinilo como a él. Lo sacaba de la funda, lo acariciaba con sus yemas de los dedos, y sabía qué cara era, sabía que canción quería escuchar, y la aguja caía exactamente en el inicio de la misma. Era alucinante. (...)


Cuántas veces le decíamos pero, eres ciego de verdad? La risotada sonaba de nuevo. Tenía toda la música en su cabeza. Sabía el orden exacto de las canciones de cualquier disco. Bramaba ponéme la tercera del Sticky Fingers, cuando en la radio tenía compañía. Cuando pinchaba, cuentan que los perros (los chavales) le cambiaban el orden de los discos, pero aún así sonaba lo que tenía que sonar, aunque no fuera lo que él esperaba.

Michi Oliva llegó a Paraguay con 22 años desde Argentina, y allí se quedó. Yo le conocí poco antes de que tomara las riendas de la naciente emisora Rock & Pop, a mediados de los 90, cuando ya en el canal FM de Radio Ñanduti tenía un programa de blues y rock. Alguna vez me invitó a charlar en antena con él, y era como estar con ese hermano mayor que lo sabía todo de una música que, como dice el subtítulo de este Río, para él también era su enfermedad. Su eterna enfermedad. Ya le podías hablar del nuevo hype que llegaba de las Islas Británicas que de los tugurios que hubiera frecuentado Muddy Waters, que tenía una historia que contarte. A ser posible, acompañado de su eterna copa de vino o de su latita de cerveza. Me decía traete tu música, y yo era feliz sabiendo que en una emisora paraguaya podía sonar La Granja, o Burning, o Nacha Pop, o incluso El Inquilino Comunista, que yo le contaba que eran de mi ciudad y él se partía con el nombre.

Este es un espacio en el que, a pesar de la globalización de la red, al final se impone lo local. Y no creo que nadie de los habituales seguidores del Río conozca a Michi Oliva. Pero este también es un espacio donde todos, y aquí sí, todos, tenemos inoculado el virus del rock’n’roll. Y no dudo que muchos entenderán la figura que para la música de Paraguay supuso Michi. Porque hablamos el mismo lenguaje. Un lenguaje que no se ve, pero se siente.

Michi Oliva estaba cansado, muy cansado, y se ha ido. Tras el primer impacto, me abrí una cerveza y sonreí. Porque ahora estará compartiendo su botella de vino con Brian Jones, con Lennon, con Hendrix, con Joplin, con todos los negros de alma negra como él. Y es muy posible que, aunque nosotros no, él esté más feliz.

Suena la corriente: "Brown sugar" - The Rolling Stones

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