lunes, 23 de junio de 2014

Azkena Rock Festival 2014: Día 2
Jóvenes aspirantes y veteranos en automático


*Texto: Jaime G. López "Desperdicios"
*Fotos: Musicsnapper, vía LastTour

El tiempo pasa para todos y que a un festival le caigan trece ediciones no solo marca que sea una cita veterana sino que puede que la escasez de ideas también asome con los años. Esto es lo que parece haber pasado esta edición. (...)


Sea por la tardía inyección de soporte institucional, sea por otros quehaceres más envolventes de los organizadores,  sea por el presupuesto tirando a limitado o por la dificultad de armar un cartel con grupos de mas interés que los que han pasado ya por las campas de Mendizabala, el caso es que el cartel de este año fue anunciado tardíamente y con nombres no todo lo atractivos que lo que uno espera de este festival. Y se ha notado, no solo en la asistencia sino en el ambiente del festival, faltaba ilusión. ¿Qué ha sido de aquellos años en los que la rumorología apuntaba a grandes estrellas? No es que aquellos años hayan pasado, de hecho este mismo el run run insistente hablaba de nada más y nada menos que John Fogerty descargando sobre Vitoria. Al final un promotor más pujante se llevó como fecha exclusiva a la Sierra de Gredos al californiano. En fin, las buenas noticias anunciadas al comienzo del festival hablan de un acuerdo ya firmado con las instituciones de cara a la edición de 2015 de forma que el cartel podría adelantarse para finales de este mismo año, solo queda que se esmeren con el mismo. Mientras esto ocurre, les contamos lo más relevante que aconteció en la segunda jornada de este año.

Bien es sabida la querencia de este festival por los Cuervos Negros de Atlanta. Así que este año, a falta de los originales, se buscó un eficaz sustitutivo. The Temperance Movement ejercen desde tierras escocesas como clones de Black Crowes.  Su cantante Phil Campbell salió a escena realizando el baile de la lluvia con marchamo entre hippie e indio nativo americano. Sus evoluciones danzantes con brazos extendidos y posturas extravagantes harían definir a Chris Robinson como un cantante estático. Pero el tipo no solo cuadra los bailes, sino también comparte el timbre de Robinson, alucinante garganta. Secundado por dos afiladas guitarras, dos idénticas telecaster color crema, lo que nos llevó a frotarnos los ojos con tanto parecido razonable, que ejecutaron como base de la propuesta. Su bolo resultó, ya que recogen el legado de los cuervos donde éstos lo dejaron entre su segundo y tercer disco. Rock sureño con desarrollos blueseros y ácidos cruzado con rock sureño de pegadizos riffs.

Al finalizar éstos y en la carpa pequeña (¿no se merecían ellos y nosotros, el apretado público, el escenario grande?) se producía una de las citas más esperadas del festival. Los irlandeses The Strypes, que ya a estas alturas no son un descubrimiento. Estos cuatro imberbes son una realidad sancionada ya hasta por el propio David Letterman. Parafraseando a Landau, estos chavales representan en cierta medida pasado, presente y futuro del rock and roll. Pasado porque hunden sus empitillados vaqueros hasta las raíces del rock con sus reminiscencias a los conjuntos británicos de los  años 60, el presente porque actualizan y revitalizan dicha apuesta por las raíces y además son capaces de coquetear con la modernidad y el brit pop  (su What a shame tiene claros ecos a los Arctic Monkeys) y futuro porque si no se tuercen dicho lo anterior tienen un desarrollo bestial, ya veremos si es por la vía de la actualización del sonido de los discos de sus padres u optan por ser originales a la manera de sus coetáneos de las islas. Salieron a escena con frescura, juvenil chulería y arrogancia sajona bien trajeados y maqueados. Dispuestos a descargar su revisión actualizada del legado de sus mayores. El de los primeros Stones, Yardbirds, Kinks o Who cuando todos ellos andaban afilando sus dientes revisando el blues eléctrico de Chicago. Pero también son capaces de sonar con la energía del punk cosecha del 77 vía los Jam. Se trata de una formación de cuarteto que ejerce como una apisonadora desde su potente base rítmica (¿tienen edad O'Hanlon  y Walsh para subirse a un escenario?) a la guitarra solista de Josh McClorey y la voz de su hierático cantante Ross Farrelly. Visitan sus temas originales, como sus pelotazos Hometown Girls o Blue Collar Jane y no se olvidan de revisar a los modelos desde una anfetamínica versión del You Can't  judge a book by the cover de Bo Diddley al I can Tell de los Dr. Feelgood pasando por Howlin' Wolf y sus aullidos eléctricos.
En 55 minutos se erigieron en los triunfadores de la jornada y es que no hay que olvidar que esto del rock'n'roll solía tratarse de eso, grupos de chavales rompiendo por energía y actitud partiendo del legado anterior para actualizarlo y pasarlo a la siguiente generación. Por desgracia últimamente nos estamos acostumbrando demasiado a ejecutantes veteranos con mucha carretera a sus espaldas y en muchos casos tratando de revisar glorias.

Y aun no recuperados del torbellino británico, otra de las citas más esperadas de la jornada, la de los Violent Femmes. Si hace seis años en una sala los de Milwaukee nos ofrecieron uno de esos bolos legendarios que uno recordará siempre, lo del sábado resultó, cuanto menos, frío. Seguramente, que sus líderes, Gordon Gano y Brian Ritchie, no se hablen, no ayuda mucho. En Vitoria ejercieron con bajo acústico, guitarra eléctrica, semi bateria de pie, más cajón flamenco al que añadieron un saxo que reforzó sus evoluciones además de xilófono y violín por parte de los multinstrumentistas líderes. Abrieron con su icónica Blister in the Sun ante entregadísima audiencia. Seguida por Kiss Off, Please do not go y el resto de canciones que conformaban su debut homónimo, con interpretaciones variables. Subían emocionalmente en sus lamentos de alt country como en Add It Up o Confessions. Pero cuando pisaban el acelerador, como en Prove My Love, la cosa se resentía. Finalmente, como un alivio, anunciaban que habían terminado su revisión del primer disco. Y de repente pasaron a un tono festivo y bailón, transmitiendo mucha mayor diversión y credibilidad en la segunda parte del concierto. Una pena que se vean obligados a recrear un repertorio con el que parecen no disfrutar, y no lo decimos por ellos sino por el público que es testigo de esa descarga desganada. 

Opiniones encontradas entre la afición ante uno de los cabezas de cartel de esta edición, los neoyorquinos Blondie liderados por la otrora sex symbol Debbie Harry. El ambiente ya se había caldeado después de una inexplicable sesión de reggaeton por megafonía muy contestada por el público antes de la salida del reformado combo. Quizás por ello empezaron sin concesiones con su hit One Way or Another con energía punk y la diva moviéndose como la replicante Darryl Hannah en Blade Runner, peluca rubia incluida. ¿Y como no caer ante el hechizo de canciones que han llenado tantas noches de desenfreno como  Maria, Heart of Glass, Call Me,  Rapture o  Hangin on the telephone (llamada telefónica incluida)? Blondie es hoy una banda profesional que es capaz de recrear sus hits con credibilidad y cercanía al original, puede que los movimientos de Harry no sean tan sensuales como antaño, pero la ley del paso del tiempo es inexorable.
Lidiaron una faena con altura en la que recrearon atmósferas de electro rock orgánico con ecos de los Clash, recitados de hip hop de Debbie que enlazaron con un homenaje a Beastie Boys y su Fight for your rights en versión punk y es que sus guitarras son de enjundia a pesar del, una pena, escaso volumen general de la actuación. Cumplieron con el ritual del bis y se marcharon dando lugar al intercambio encontrado de impresiones. A nosotros nos convencieron.

Los australianos Wolfmother abrieron con volumen atronador, riffs poderosos y hard rock de vieja escuela. El trío liderado por Andrew Stockdale volvía a visitar el Azkena en el que ya estuvo en 2006. Esta vez el volcánico guitarrista de pelo afro venía acompañado del batería Bill Rockwell y Chris Ross al bajo y teclados , a los que se lanzaba con el bajo a la espalda en una suerte de fantasma de la ópera. Su pesado rock 70's desde las antípodas revivió a una parroquia con ansias de un plato energético al inicio de la larga noche. Presentaban su nueva rodaja New Crown aunque tuvieron paradas en sus anteriores Wolfmother y Cosmic Egg. Destacó dentro de sus progresiones de pesado blues rock su Woman, un boogie al estilo de los iniciales y pesados Status Quo. Constantes son sus guiños a los Black Sabbath, AC/DC, Led Zeppelin (lo que los emparentaba con Kadavar que ejecutaron posteriormente). Un concierto de alto voltaje en el momento adecuado en el que la noche cerrada de Mendizorroza pedía que el rock se conjurase como debía.

Y estos fueron para nosotros, con sus aristas, los bolos mas reseñables de esta edición que nos deja con sensaciones ambivalentes.

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