martes, 20 de mayo de 2014

Neil Young (Parte II)
A letter home (Warner, 2014)
Aguja y Pizarra. Lo eterno


Hace unas semanas, en esa egocéntrica sección que llamamos Sonidos en Rojo, en la que enfilamos canciones que en algún momento cantan al imaginario o real Red River, sonaba el Hammer Blues de Charley Patton. Sonido de aguja, de pizarra, de polvo para todas las grabaciones de quien es sin duda uno de los padres del blues del Delta. Sonidos de pura emoción recogidos entre 1929 y 1934 que valen por lo que representan. Y sí, también por su sonido. (...)


Me produce inmensa pereza la discusión sobre las características sonoras del último trabajo de Neil Young. Pero más ver a seguidores de toda la vida de Young discutiendo sobre si es una boutade, sobre si hay o no derecho, sobre si es de recibo. Pero vamos a ver, no ha hecho Young toda su vida lo que ha querido? No hizo un Trans por mucho que se amparara en que era una forma de tratar de conectar, lenguaje secuenciado mediante, con el cerebro dañado de su hijo Ben? No se ha empeñado siempre (aunque parece que ahora por fin lo acepte) en evitar cualquier posible reedición de Times fade away? No ha grabado aún en los últimos años discos tan especiales como el conceptual Greendale, el experimental Le Noise o esa especie de maqueta de obsesiones que fue Fork in the road? No hubo incluso quien protestó cuando publicó Americana, casi un ensayo para ir entrando en calor?

Hay artistas que a lo largo de toda su vida, pero especialmente en sus últimas épocas, cuando nada necesitan demostrar y el dinero parece darles igual (sin duda por su sobreabundancia; aunque otros, también teniéndolo a espuertas, sufren la presión de la fama), han hecho lo que les ha dado la gana. Un disco como A Letter Home, un juego o pasatiempo como A Letter Home, sólo se me hubiera ocurrido que llevara la firma de Young o de Dylan. Ha sido aquél, pero él mismo ha querido que éste esté de alguna manera presente. Y que todo esto venga después de su machacona insistencia con PONO no me interesa mucho. Ambas cosas, aparatito y disco, van dirigidos a públicos muy distintos.

Ni puta idea de qué le ha llevado a jugar con la restaurada cabina de Jack White. Es posible que simplemente, el mero hecho de jugar. Pero puestos a jugar, lo hago yo también. Una carta a su madre fallecida, un saludo, un mensaje que quiere que le haga llegar a su amigo Ben Keith, un que se cuiden dirigido también a su padre, un anuncio de que, en un rato, cuando termine unas cosas, allí estará con ellos. Ya lo hizo con su hijo. Y unas canciones que dice que cambiaron su vida, en uno u otro momento. Hablamos muy fácilmente de canciones eternas. Quienes escribimos, quienes escuchamos, quienes sentimos. Se nos escapa a las primeras de cambio lo de canciones eternas. Pero lo eterno no es únicamente lo que no tiene fin. Lo eterno tampoco tiene principio. Su fin queda diluido en las versiones que de ellas harán otros. Por qué no anticipamos entonces también su principio como si hubieran sido grabadas medio siglo antes de haber sido compuestas? Y por qué no grabarlas como lo hubieran sido en el siglo XIX? Ni el principio ni el fin las harán literalmente eternas, pero es mi juego. El que juego a que ha jugado el propio Young.

Y si queremos eternizarlas, ahí estarán Ochs y Dylan (Changes y Girl from the north country), quienes cohabitaron y siguieron caminos distintos, pero fueron el puro nuevo folk. Y tendría que honrar a su patria canadiense, y qué mejor que hacerlo con Gordon Lightfoot. Y a los outlaws que quisieron un country distinto, vía Willie Nelson. Y a unos padres del country, del pop y del rock’n’roll como los Everly Brothers.  Y a un viejo Ivory Joe Hunter junto a un joven Springsteen. Y al folk americano de Tim Hardin, frente al folk europeo de Bert Jansch. Y aquí, junto a Jansch, cierra el círculo haciendo eternos a todos sus amigos que se fueron jodidos por la heroína. Quien escribió The needle and the damage done, quien vivió los tiempos de Tonight’s the night, sabe de qué habla. Y el Needle of death es una de las canciones más bellas, tristes y duras nunca escritas. Sí, eterna.

Habrá oídos que sufran. Otros sufrimos más con otras fruslerías de Young.
Con esta, disfrutamos. Aunque sea jugando con un simple puñado de canciones.
+ Primera Parte: la visión de "Desperdicios"
Suena la corriente: "Needle of death" - Neil Young (Bert Jansch)


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