martes, 4 de marzo de 2014

Trogloditas
Crazy Horse, Bilbao (01/03/2014)
55 kilos de Rock and Roll


*Autor: Jaime G. López "Desperdicios"
*Fotos en directo: Aitor "The Master" Bakaikoa

En su segunda visita bilbaína, las cosas han cambiado para los Trogloditas. Ahora tienen bajo el brazo un disco homónimo de composiciones propias que defender. (...)


Y acertadamente eso es lo que están haciendo en la actual gira. Presentar las canciones de ese disco intercaladas con los temas clásicos de la banda nodriza.

Nada que objetar sino más bien al contrario, fuera del ejercicio de nostalgia, ésto es lo que nos apetecía ver, especialmente después de haber leído varias reseñas entusiastas sobre el nuevo trabajo. Entendemos además que lo que mueve a esta banda en este sentido no es tanto comercializar con dicha nostalgia, sino reivindicar un repertorio que les es tan propio como a otros. Es obvio que se pasaron muchos años defendiéndolo en extenuantes giras y nadie va a decidir por ellos cuándo toca dejar de interpretar un repertorio, que, créditos aparte, ellos ayudaron a construir. No hay más que ver ciertas caras para saber cuándo un músico disfruta con lo que está tocando. Y eso es lo que transmiten las caras de Josep Simón y Jordi Vila sobre el escenario. Que junto a Diego García y Tony Retamosa a las guitarras y Andreu Lobo Muntaner a la voz, forman los actuales Trogloditas.

Respecto a los clásicos, brillaron con luz propia las gemas un poco más escondidas de su repertorio, desde la trepidante Las Sombras del Autocine a Rock Suave o El País Te Necesita (curiosamente, todas pertenecientes a La Mafia del Baile, obra cumbre Troglodita que los años han acabado ocultando un poco). Al igual que la iniciática María , el himno Siempre Libres o la posterior Besos Robados, que nos retrotrajeron a tiempos pasados y es que, para qué negarlo, son canciones grabadas a fuego en nuestra adolescencia. La sombra del Dr. Feelgood, de un Sabino siempre muy dado a los préstamos, sobrevolaron Carne para Linda y Ya no puedo Bailar, ejecutadas con tempo más lento que las originales pero igualmente contundentes. Por supuesto no olvidaron esas cuatro canciones que son ya historia de la música de este país: el Rompeolas, Ritmo del Garaje, Rock and Roll Star y Cadillac Solitario.

En cuanto a los nuevos temas, su revisión fue generosa, desde la apertura con la atractiva Agua Negra a los hits que no serán, como Desconectado (de la pareja troglodita original), la garajera Enterraré Mi Corazón (con Vila a la voz), pasando por la tequilera y rocanrolera Lo he Vuelto a Hacer (un seguro éxito hace veinte años). Hicieron parada también en la preciosa balada Llora Norma Jean. Así como su homenaje al desaparecido y ex compañero troglodita Guille Martín en el sentido medio tiempo Ráscale, germen además de esta aventura musical.

Nos sorprendieron sus sonoridades vaqueras en La Espuma de los días y su revisión del clásico de Hank Williams I'm so Lonesome I could cry, único momento en que vimos a Vila bajar el pistón en las casi dos horas de imparable concierto. Desde luego este nuevo disco es lo suficientemente redondo como para que se planteen darle continuidad al asunto, especialmente en un panorama tan yermo estos días como el del rock clásico en castellano. 

En cuanto a la banda, está claro que en el tiempo que llevan juntos han conseguido que la maquina esté engrasadísima. Las guitarras de Diego García, en labores más solistas, y Tony Retamosa sobresalen más en el material original, donde transitan terrenos más personales, que en el repertorio clásico, donde han optado, sin calcar el original, sí estar más pegados al mismo en arreglos y frases.

En cuanto a Andreu Muntaner, nos parece un ejemplo claro de ese tipo de voces gruesas mediterráneas con referentes en Lomas o Bravo, de ésas que llenan, siempre suenan afinadas y van a tiempo, casi como el original, ya me entienden. Su voz es potente y no imposta ni cae en histrionismos, sabe que las canciones hablan por sí solas. 

Respecto a la base rítmica original, ¿qué decir a estas alturas?. Simón Ramírez es tan parco en líneas innecesarias como contundente en secuenciar el ritmo, este repertorio no se entiende sin su aportación. Prueba de ello es que fue el único troglodita que estuvo en todos y cada uno de los discos y directos desde los inicios hasta que se disolvió la sociedad con el antiguo compañero sobrevenido en patrón.

Respecto a Vila, poco más que decir que es el motivo de este articulo. Cierto que éramos plenamente conscientes de su energía, ritmo desbordante y actitud. Pero lo que vimos el sábado nos abrió todavía más los ojos o mejor dicho los oídos. Creo que nunca antes nos había pasado estar un concierto entero sin levantar la vista del batería y con los oídos tan centrados en este instrumento. Pero desde los inicios, con Las Sombras del Autocine, cuando vimos su pegada sobre Tom y caja como una locomotora, llevando la canción y a la banda, algo hizo click en nuestro cerebro. Puede que al fondo del escenario o enterrado en las mezclas bajo las capas de teclados, saxos, guitarras y demás, que fueron convirtiendo a los Trogloditas en una suerte de E Street Band, nos ocultara la verdadera importancia y aportación del delgado batería. Por suerte, el sábado, con una banda estándar y la cercanía de una sala, la cosa nos quedó clara.

Con La Mataré y Piratas nos dimos cuenta que no se entienden estos temas sin el ritmo y los arreglos aportados por Vila, verdadero motor de los mismos. Desde el inicio del concierto hasta el último redoble a él le correspondió llevar el peso, el ritmo, la respiración de las canciones. Incansable sobre su instrumento, aporreándolo con enorme contundencia, con la rabia y rapidez del punk, haciendo gala de gran destreza en las muñecas, pero aportando sonoridades y arreglos más allá de la mera energía. Centrado más en los parches que en los platos, como los grandes de este instrumento. Empezamos a entender ahora un poco mejor aquella certeza sobre el periodo clásico de Loquillo y Trogloditas. Aquella referida a que su directo era el mejor directo de su generación. Nosotros siempre pensamos que ésto se debía a lo que nos daba la vista para ver, a aquel gigante de dos metros y las dos guitarras que le flanqueaban (debilidad por la formada por Puigdomenech y Tacker). Cuando la magia y el secreto se encontraban unos metros por detrás, en aquel pequeño batería que sin respiración llevaba aquel tren a toda velocidad. Nuestro respeto para ese hombre desde estas líneas.

Al terminar el bolo nos acercamos cohibidos a robarle una firma y una foto y, al comentar nuestro respeto y entusiasmo por lo presenciado, nos respondió, señalando su delgada figura ya ves, de aquí sale, nos atrevimos a intentar adivinar si 50 kilos y muy digno nos respondió no, no 55, macho, como diciendo que no soy un puto tirillas. Genio y figura.

Pues eso, 55 kilos de rock and roll.

Suena la corriente: "Ráscale" - Trogloditas


No hay comentarios:

Publicar un comentario