viernes, 26 de octubre de 2012

The Fresh & Onlys
Long Slow Dance (Mexican Summer, 2012)
Gema pop para volar


Esas segundas escuchas que merecen todos los discos. Porque los estados de ánimo del oyente nunca son los mismos. Y lo que un día pasa desapercibido, después se convierte en presencia esencial. Llegué con ganas al cuarto trabajo de The Fresh & Onlys. Con ansia, diría más bien, dados los inmensos momentos que nos ofreció Play it strange, uno de los mejores discos de finales de 2010. (...)


Le fue dada la escucha ansiada, pero no la merecida. Supongo que la situación personal u otras tonadas en las que uno andaba metido no ayudaron. Pero la desconfianza es maestra experta, y guardamos el disco para unas semanas después. Sin dudarlo, él nos llamaría, exigiría su momento.

Y éste, como siempre sin saber por qué, ha llegado, y de qué manera. Long slow dance continúa la línea apuntada en Play it strange, no olvida su génesis como banda en un garage-folk teñido de colores psicodélicos, pero se vuelca en sonidos más limpios, más puros, más dulces. Porque una vez más, Tim Cohen (dejando aparte sus historias paralelas) demuestra que tiene ese don para crear melodías que son pegajoso chicle, que son pop del más puro, del que suena a jingle inolvidable, del que tiene exceso de dulce pero contrarrestado con el punto de acidez que se le pide a todo buen chuche, a todo caramelo. Cierto que lo viste con ropajes psicodélicos, lo que no hace otra cosa que ayudar a ganar enteros a unas canciones que, además de estrujarte el corazón, empujan a dejar volar la mente.

Pero tener ese don para crear la fábrica de caramelos casi perfecta es algo infrecuente. Por estas aguas pasan muchos autores que lo consiguen, así que incluyamos a Cohen entre ellos. Porque si te enfrentas de sopetón a 20 days and 20 nights, no llegará a la altura de aquella apertura con el Summer of love, pero en apenas dos minutos y medio la tienes anclada en el subconsciente. Al igual que Yes or no, Long slow dance, Dream girls o No regard. Al menos cinco canciones que tienen las armonías exigibles a una gema pop, la dulzura, la carantoña en la mejilla, el rubor de la inocencia.

No pueden negar estos chicos de San Francisco, y no creo que lo hagan, que (y más en sus dos últimos trabajos), tienen algo más que la puntita del pie en ciertas sonoridades de los 80, aquellas que destaparon The Church y desarrollaron (y al final vaciaron de contenido) bandas enclavadas en el after-punk. Presence of mind es un tema que podría figurar en cualquiera de los discos de The Church, por estructura, por voces, por instrumentación, por ambiente. Y Fire alarm se balancea entre las aristas más bailables de los sonidos oscuros posteriores al punk. Todo ese toque psicodélico que desarrollan a sus anchas en la épica Foolish person impregna todo el disco, pero siempre vuelves, una y otra vez, a la femoral por la que corre pop como plasma vital.

Señor, dejar volar la mente, arropando a una somnolencia natural o ayudada, y erizar la piel con melodías de caramelo, es un plan imbatible.
Qué? Dormido yo? No, no, soñando.

Suena la corriente: "No regard" - The Fresh & Onlys



No hay comentarios:

Publicar un comentario