jueves, 26 de julio de 2012

Zumpano
La infección del pop, la semilla de The New Pornographers


Todos cometemos los mismos errores que criticamos. Y lo peor es que en muchos casos, los cometemos aún a sabiendas de hacerlo. Titulábamos ayer una de las Píldoras como A.C. Newman, de The New Pornographers, publicará su tercer disco en solitario. Nada que objetar, aparentemente. Titular cierto, y una buena noticia, por lo demás, dada la demostrada capacidad compositiva de Carl Newman. The New Pornographers son creadores de delicioso pop, con la vista puesta en las diferentes décadas en que esta música ha alcanzado glorias mayúsculas. Y sin embargo… (...)


… No deja de ser injusto, tremendamente injusto, referirse exclusivamente a The New Pornographers si hablamos de A.C. Newman. Cierto que los canadienses han tenido, y tienen, muchos focos de atención: Neko Case, Dan Bejar,…, una proyección mediática adecuada, y un número de seguidores bastante estimable. Pero es injusto que, muchos de estos seguidores, se hayan quedado en las propias obras de los pornógrafos y sus proyectos paralelos, sin retroceder un poco más atrás. Tampoco mucho, apenas cuatro/cinco años, para encontrarse con un grupo pequeño en nombre y producción, y enorme en calidad, en el cual se anticipaban muchas de las claves posteriores. Zumpano son grandes desconocidos, y eso teniendo dos obras primordiales para cualquier gourmet del mejor power-pop: Look what the rookie did (1995) y Goin’ through changes (1996).

En el 92, en el mismo Vancouver donde transcurren las otras historias futuras, el batería Jason Zumpano y el teclista Michael Ledwidge dan por finalizado su proyecto de nombre Glee, y uniéndose a Newman, amigo de la escuela, y al bajista Stefan Niemann, toman como nombre el propio del batería, que les parecía sonaba conciso y directo.

Concisos y directos, como consideraban que debían esparcir su gusto por la música basada en el mejor pop de los 60, con especial atención a las melodías de The Beach Boys, las inabarcables enseñanzas de The Beatles, y un toque muy especial que les emparentaba con The Zombies y esa absoluta obra maestra que se marcaron Rod Argent y compañía, Odessey and Oracle.

Estamos hablando del primer lustro de los 90, cuando el grunge había esparcido su manto por buena parte de la producción discográfica independiente.  Su fichaje por Sub Pop dejó un tanto descolocados a los amantes de las guitarras rabiosas, pero la calidad de que harían gala en su primer trabajo, Look what the rookie did daba la razón al sello. Eran un grupo de canciones frescas, infecciosas como debe ser el buen power-pop, y enérgicamente dirigidas por guitarras, sí, también rabiosas, aunque diseminada la rabia por diferentes derroteros. Simplemente ese inicio con The party rages on y Oh that Atkinson girl valen por todo el disco y permanecerán por siempre en el subconsciente de cualquier amante de la canción con garra y melodía. Y sin embargo, su versión de Rosecrans Boulevard, pura psicodelia pop, fue tal vez su canción más conocida. Original de Jimmy Webb, autor americano (más que cantautor, porque cantar, cantar, lo hizo, pero no mucho al principio) que en los 60 se convirtió en compositor de grandes canciones para diversos intérpretes, y en compositor en la sombra de The Fith Dimension. Pero es que todo el disco es excelente, y nadie puede dejar de bailar joyas urgentes como I dig you o ese garage-soft Platinum is best served cold. Si esto es lo que hacían los principiantes (como indica el título del disco), su futuro estaba claro.

Un año después publicaron Goin’ through changes, que mantiene la línea de preciosas melodías pop, aunque tal vez muta la energía por sonidos más suaves, más cercanos al soft-rock, bastante más barrocos. Pero por ahí campan a sus anchas desde Randy Newman a Love, desde las puras melodías de Brian Wilson a los habituales toques de psicodelia. Y vuelven a abrir el trabajo con una canción de las que no se olvidan, Behind the beehive, o continúan con Broca’s ways, que hubiera hecho feliz a Arthur Lee. Here’s the plan podía haber completado cualquier disco de los que publicó Stiff en la Inglaterra de los 80, Let’s fight la podían haber firmado The Plimsouls sin rubor o el infeccioso estribillo de The Sylvia Hotel no hubiera desentonado entre el pop de cámara de Squeeze.

Y ahí quedó la cosa. Newman ya sabemos lo que hizo, y Jason Zumpano fue parte de Destroyer, con Dan Bejar, y montó los en sus inicios simplemente instrumentales Sparrow, posteriormente Attics and Cellars y luego en solitario.

Son sólo dos discos, pero qué dos discos, madre mía. Una absoluta necesidad en cualquier discoteca que se precie de amar la melodía.

Suena la corriente: "The party rages on" - Zumpano



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