viernes, 21 de noviembre de 2008

Always a friend

Por la tarde vi un trozo de una película. O de una serie. Apenas cinco minutos. En la escena, unos embrutecidos obligaban a lanzar vivas a alguien ya muerto. Y una persona, objeto de su ira, es presionado, es acosado, es forzado a gritar ese viva. Gritar con voz trémula. Gritar con miedo. Pisoteando todo aquello en lo que había creído.(...)


Y le comprendí. Vaya si lo hice. Siempre lo he hecho con los cobardes. Tiene alguien derecho a exigir a nadie ser un héroe?

Por la noche vi Amadeus. Aún no lo había hecho. No sé, nunca me llamó lo suficiente. Y en los primeros diez minutos, ya sabía que el único personaje que me interesaba de la película era Salieri. Con mucha diferencia. Mozart era un genio, y, por ello, no me abruma. Salieri sabía de su mediocridad. Y siempre he comprendido a los mediocres.

Hace unos días, mis amigos nos regalaron lo que Ella y yo les debíamos desde hace meses. Compartieron comida, bebida y piel. Organizaron todo y sólo exigieron nuestra presencia. Y ver, no sé, sesenta, setenta, ochenta caras reir con nosotros me hizo pensar que debe ser que sí, que algo bueno he hecho en la vida.
Hasta hoy ni siquiera he podido pagarles con unas palabras.
Porque apenas me salen.
Porque como decía alguien muy querido, estoy blandito. Muy blandito. Debe ser la edad, que aflora sentimientos.

Les regalo mejor una canción de mi querido Alejandro Escovedo. Porque hay redivivos que jamás deberían dejarnos.
Porque wasn’t I always a friend to you?

En el mundo somos más, muchos más, los cobardes y los mediocres. Pero creo que somos mucho más felices.


Suena la corriente: "Always a friend" - Alejandro Escovedo

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