sábado, 14 de julio de 2007

Cientos de excusas

Lo peor de dejar pasar tanto tiempo sin mover el barco es la fuerza que adquiere la última entrada navegada. Pesa mucho ese Un día, esa foto tomada desde una cubierta (esta vez real), esa declaración tan personal que debía tener el encanto de lo efímero. Pero no, el barco encalla en cualquier puerto, que te recuerda día a día salta ya, suelta amarras, este no es mi lugar, yo ya debía estar muy abajo.(...)




Podría buscar cientos de excusas.
Podría decir que mi demostrable y declarada lealtad a la curia romana me ha llevado a un intento de perfeccionamiento del latín, con la idea de que el Río transcurra por la más recta ortodoxia. Pero no cuela. A lo más que puedo aspirar es a volver a verles con las sotanas, por dictado superior (tiempo al tiempo). Tal como se presentan los futuros veranos con esto del cambio climático, es una alternativa cuando menos divertida. Todo sea por su eterno malestar.

Podría decir que una vez más, como hace casi cuatro años, me encuentro en un nuevo cruce de caminos. El que tomé una vez resultó un callejón sin salida. Y vuelvo a sentir el vértigo. Pero me tiro, porque no hay otra. Mmm, un nuevo trabajo, que no deja de ser eso. Trabajo.

Podría contar que nosotros también cumplimos años, y lo celebramos en escena, más a gusto con el roce del hombro de un amigo que con el de las guitarras. Pero aún no nos esnifamos a nuestros padres (por ahora), y cuidamos nuestra dignidad. Otros piratas no venden la que ya no tienen, sino la memoria de la que alguna vez tuvieron.

Podría decir que ahora, una vez que mi médica de cabecera ha confirmado que he sido muy formal durante este año, que mi analítica está brillante y que ya he superado el status de bomba de relojería andante (si ya digo yo que el whisky sana y el chorizo mata), recupero mi fe en mí mismo e igualmente supero el bloqueo

Podría seguir buscando cientos de excusas. Pero me digo levanta el culo, déjate de boludeces preadolescentes y vete al menos a ver a Mudhoney.

Sí, ahora en los papeles me los venden como supervivientes del grunge, cuando, al menos para mí, nunca estuvieron en esa cubeta.
Y sí, me despejan. O me espesan. Las guitarras es lo que tienen.
Y no dudo que Mark Arm, cuando suelta las suyas, sueña con ser Iggy Pop.
Un día de estos se quita la camisa, y clavadito.

P.D.: me envía un mensaje mi hermano. En Palermo Viejo tomando una Quilmes. Y daría mis uñas por estar con él.


Suena la corriente: "Touch me, I'm sick" - Mudhoney