jueves, 18 de septiembre de 2003

Que nadie pueda leerme


Como cada mañana, nada más levantarme, iniciaba mi rutina ya habitual. Encender el ordenador, conectarme a Internet, acceder a mi web personal y actualizarla con todas aquellas sensaciones, reflexiones, reacciones,..., sentidas durante el día anterior.
Y después, la parte más tediosa. Revisar las estadísticas de mi página, darme de baja de todos los buscadores que me hubieran incluido, desaparecer,...
Todo en pos de mi objetivo: que nadie entrara en ella, no recibir ninguna visita bajo ningún motivo.
¿Por qué estaba entonces en Internet? Era mi forma secreta de volver a tenerte. Acaso un día cualquiera, sin motivo aparente, perdida en la red, me encontraras. Y supieras que aún no soy nadie sin ti. Y muero un poco en cada buscador que me rechaza.