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viernes, 4 de septiembre de 2015

Richard Thompson
Still (Proper / Bertus, 2015)
Desde casi siempre


Uno se pregunta si, salvo aquellos años a mediados de los 70 en los que él y su entonces mujer Linda se recluyeron en una comunidad musulmana de corte sufí en el propio Reino Unido, Richard Thompson ha parado alguna vez de hacer, componer, tocar, sentir y vivir canciones. Uno cree recordar que desde que tiene uso de razón musical, siempre ha estado el bueno de Thompson en el tajo. (...)


Y todo aunque pareciera que siempre ha vivido ajeno a las modas y los gustos de las grandes mayorías. Qué sabrán ellas, que han hecho que ostente el peor registro de ventas de alguna de las discográficas por las que ha pasado, que ha sido despedido de un buen número de ellas por no alcanzar unas mínimas cifras, por no igualar unos jodidos guarismos que no buscan la creación cultura, la grandeza artística, la emoción musical, sino solamente el llenar bolsillos. Que será cierto que es necesario, pero nunca podrá ser el único baremo del mercado cultural.

Pero sí, qué sabrán ellas, esas mayorías, cuando las minorías que han seguido la carrera de Thompson, desde los tiempos de la fundación y el crecimiento de Fairport Convention, durante las travesías con su mujer, en los mil vaivenes de su carrera en solitario, han mantenido la llama de la confianza a ciegas, y han sembrado su hacer como compositor y guitarrista con los excesos de los mayores adjetivos superlativos. Y muy pocos de esos excesos resultan excesivos. Porque es capaz de llegar a su enésimo (de verdad, no vamos a andar contando lo que es un todo en sí mismo) trabajo y seguir soltando joyas. El abrazo del apacible canto coral de She never could resist a winding road marca un inicio de puro calor corporal, musical y emocional. Te sumerges en un mundo con las bases bien preclaras de lo que fueron las raíces de aquel folk británico al que él mismo ayudó a dotar de personalidad, de fisicidad, de existencia, y Beatnik walking o Pony in the stable le vuelven a dotar del aura de trovador medieval. Sus sabores blues y sus raíces ancladas ahora en la tradición del origen del rock apuntan en Patty don’t you put me down, en la arrastradamente juguetona All buttoned up o en la eléctrica Long John Silver. Y retazos como Josephine o Where’s your heart dan buena cuenta de su capacidad de íntimo regocijo. Si acaso, sólo una canción, Guitar Heroes, que pareciera una broma histórica para demostrar una excelencia a las seis cuerdas que no lo necesita, porque queda más que claro a lo largo de cada uno de los cortes, puede distraer el camino. Pero uno lo olvida rápido, y sigue dando vueltas a la legión  de admiradores de Richard Thompson, aquí representada por el productor y guía de este disco, Jeff Tweedy. Que demuestra el poder de su producido realizando el trabajo menos identificable con su sello de todos los que viene dirigiendo el líder de Wilco. Y es algo que además de mantener la personalidad de Still, demuestra quién es Thompson incluso para Tweedy.

Suena la corriente: "All Buttoned Up" - Richard Thompson



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