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martes, 23 de junio de 2015

Azkena Rock Festival 2015: Día 2
La magia..., la magia


*Autores: Jaime G. López "Desperdicios" y Josetxo Río Rojo
* Fotos: Musicsnapper

Y con el sol apretando fuerte en el horizonte y después de haber hecho la consabida visita a la Virgen Blanca y sus abarrotados aledaños durante un extenso mediodía, que se extendió hasta la tarde, nos encaminamos a Mendizabala sin intuir que al menos íbamos a disfrutar de tres grandes conciertos,... (...)
... cuatro si contamos con las bifurcaciones del Río, que aunque no omnipresente al menos sí cuenta con afluentes. 


A tan confuso nombre (su propuesta estaba muy lejos del metal en lo musical) respondían los del bigotón Jesse Hugues, responsables del bolo más gamberro de la segunda jornada o incluso del festival. Por ello no les importó sumarse a la marea naranja (nada reivindicativa de una conocida marca telefónica que tiñó el festival de dicho color) con gran despliegue de amplificación orange que hacía juego con los sombreros del respetable para cubrirse del agresivo sol.  
Su propuesta es sencilla, boogie vacilón con toques de glam servido todo con mucho humor sobre pesados e infecciosos riffs ejecutados al alimón por su tatuado líder y por el barbudo solista. Todo ello aderezado de vistosas coreografías sacadas de los movimiento de las girls group ejecutadas por el  redneck tatuado Hugues como en I want you so hard (boys bad news). A nivel musical sobresalió el compañero de Hugues a la Flying V, un cruce entre Billy Gibbons y Seasick Steve. De hecho su Whorehoppin sonó a boogie ZZ Top con atronadores  riffs. 
Perfecto inicio de este segundo día para que la cerveza empezara a correr por nuestro gaznate siguiendo la máxima de nuestras princesas L7, cuanto más bebíamos más agradables nos parecían.


Los californianos salieron en formación “Harvest” de sexteto con dos guitarras, steel guitar, piano, batería y bajo. Y mucho del espíritu de aquel disco se filtra en la reencarnación actual de la banda de Johnny Hickman y David Lowery, que con el doble Berkeley to Bakersfield han demostrado su lado más country rock junto a sonidos más estándar de rock. Se trata, la actual, de una engrasadísima formación que realiza sus evoluciones con las estructuras muy claras, perfectamente engrasados y en una ejecución perfecta no por todo ello ausente de feeling sino al contrario. La concatenación de solos (guitarra de Hickman, Steel guitar, piano) dota a las canciones de perfectos desarrollos. Son además capaces de atacar estilos muy alejados y hacerlos totalmente creíbles porque la base es el sonido de la banda.

Abrieron con One Fine Day en un ejercicio muy Crazy Horse de crujientes guitarras a la contra, hipnóticas y repetitivas con el añadido de bonitos coros por parte de la pianista. Con Gimme One More Chance enseñaron su lado más funk aunque melódico y dentro de las directrices de su sonido, al igual que en Sweet Potato, ejecutada más avanzada la velada. Low fue coreada con entrega por el público. Para pasar a un interludio donde se tornaron discotequeros con credibilidad con aires brits. Para volver a sus sonoridades Harvest en su siguiente número Where Have These Days Gone, donde las capas de steel guitar, teclados y acústicas nos llevaron a ese lugar de “Basque Shepherds” (pastores vascos) con los que bautizó al respetable por sus sombreros. El público se puso bailón al son de los aires byrdianos de rodeo de California Country Boy. Igualmente disfrutados fueron los lamentos country de Euro Trash Girl coreada hasta por el Río. Concierto perfecto en ejecución y sentimiento. El primero de los tres grandes conciertos que nos depararía la velada.  

Reigning Sound

Como si fuera un anticipo de alguno de los pases que se disfrutarían después, Greg Cartwright quiso dar por su cuenta una extraordinaria clase de lo que es elegancia, buen gusto, buen hacer, sencillez... Sí, una clase de tener clase. Nadie podrá dudar de que su presencia escénica era limitada, su estatismo algo excesivo. Pero al contrario que alguna figura nueva del día anterior, su música llenaba enteramente un escenario que sería el tercero en discordia pero, como por otro lado suele ser habitual, reunía las mayores exquisiteces. Cartwright poco tiene que demostrar con una obra que bajo nombres como Compulsive Gamblers, Oblivians, The Parting Gifts, resucitando a Mary Weiss, nuestra querida Shangri-La, tiene en cada caso canciones que valen su peso en alma. Y de ellas debería estar todo panteón lleno. Si Reigning Sound publicó el año pasado un trabajo mayúsculo de una belleza que podríamos denominar garage-soul, su directo, con un Dave Amels dándole justo contrapunto en órgano, panderetas o coros, fluctúa entre esos sonidos carnosos, con North Cackalacky Girl o Never Comin' Home al frente, y el pop desarmante de She's bored with you, recuerdos a los Gamblers, aromas sixties, ramalazos de lubricado garage, suave funk... hasta llegar a su muy especial lectura del Stormy Weather, de la que lo mínimo que podemos decir es que es capaz de insuflar una energía vital necesaria para afrontar la sima que a todo el mundo le esperaba a partir del día siguiente. Un revitalizante soplo de elegancia.


De Mastodon no esperen que les digamos grandes cosas, no sería justo ni para ellos ni para nosotros. Solo decir que bajo su muro de pantallas Orange desarrollaron un show que impactaba para un ajeno a la materia. Incluso reconoceremos que sus juegos en The Czar con sonoridades más allá de su ADN nos sorprendió desde la distancia. Una cosa es segura, el final de su bolo marcó una notable espantada del recinto, dejando disfrutar del resto de la noche en mejores condiciones que el viernes. Tal es el poder de convocatoria de estos combos, a uno le da cierta envidia y respeto la afinidad entre estos grupos y su público.


Y el concierto de la noche y nos atrevemos a decir que del festival tuvo lugar en el escenario más secundario y en horario no estelar. Tuvo como protagonistas a un sencillo trío afincado en Memphis (ay, amigos, aunque alguno no lo entienda hablamos de palabras mayores donde se facturó mucho del mejor blues, soul, rockandroll y rockabilly del pasado siglo). Y como los mejores combos de aquella ciudad, no necesitó más que una guitarra, un bajo y una batería para superar en sonido (¿cómo narices consiguieron el envolvente sonido de pequeña sala en un espacio abierto?), ejecución y actitud a mastodónticos grupos que les precedieron o continuaron en el Azkena. Incluso creo que la propuesta ganó sobre su habitual formación con teclados. 
El menudo John Paul Keith lidera un combo de ascendencia holliense con sonido rock and roll, melodías pop y ritmos infecciosos que no sólo invitan sino que provocan el baile. El enjuto líder parece pegado a su guitarra telecaster de la que saca un sonido mágico por vintagero y envolvente. Y así ejerció en infecciosos números de pop, rockabilly, soul y blues y boogie todo ejecutado con cuidado sonido y marcial base rítmica, tirando de sus dos álbumes, The Man that time forgot (mas rockero) y su preciosista última rodaja Memphis circa 3 a.m. 
Con la actitud y frescura de un joven Costello pero con el alma pop, nos epató con Anyone Can Do It. Nos ofreció dosis de crudo rockabilly en Pure Cane Sugar. Sonó como un Chris Isaak pasado por Nashville, con vibrantes  solos country en  Everything's Different Now. Pero sobre todo nos trajo muchos dulces recuerdos de nuestro favorito Buddy Holly cuando con Dry Country se acercó a la versión rockabilly de aquel o cuando rememoró su primer viaje a Europa en una perfecta canción holliana. Nos ofreció también números lentos de country blues, soul lento y atmosférico con New Year’s Eve, se mostró capaz de tocar boogie instrumental... En los albores del concierto, con el blues Baby we Are a Bad Idea desarrolló sus escalas con aires arábigos. Cerró con cantos sincopados (Uhuhu- huhu) el bis de rigor. Y ante la reacción especialmente caliente del respetable volvió para un tercer bis que como “denunció” contravenía las normas de la casa pero que ofreció con la misma gran actitud con la que había desarrollado todo el concierto. Si no lo viste no te lo pierdas en su próxima visita.

OFF!

Mientras todas las crónicas (incluida la de "Desperdicios") admiten el insuperable ejemplo de buen hacer y gusto que estaba ofreciendo el señor Keith, otros espíritus más dislocados (incluido parte de este Río) botaban y reventaban hombros, espaldas y cabezas ajenas al ritmo de unas píldoras como pedruscos lanzados con honda. Cuatro elementos encabezados por Keith Morris, distorsionados por la guitarra de Dimitri Coats, retumbados por el bajo de Steve McDonald y atormentados por los parches de Mario Rubalcaba, repartían estopa y mandobles a diestro y siniestro. Sí, un supergrupo con nombres como Black Flag, Circle Jerks, Burning Brides, Redd Kross, Hot Snakes, Rocket from the Crypt... en su haber, y un puñado de 26 canciones que disparar en 40 minutos. Lanzados desde el minuto uno con Void you out, I don't belong, I got news for you, entrampados hasta las cachas a medio camino con hostias como King Kong Brigade, Time's not on your side, Jeffery Lee Pierce, y extenuados pero felices de lamer las heridas al final con Rat Trap o Upside Down. Solo son nombres de lo que realmente eran disparos. Hardcore, dice? Mire, esto es punk'n'roll en formato de haiku. Por favor, sigan golpeándome...


La presencia de Ocean Colour Scene en el cartel se me antoja, a tenor de lo visto, como un insuficiente parche para cubrir cancelaciones. Los británicos demostraron ser una muestra de que quien tuvo desgraciadamente no retuvo. Merced a un líder que evidencia acarrear problemas serios (esa última imagen metiéndose trabajosamente la lata de cerveza en el bolsillo trasero lo dijo todo) y a mercenarios contratados para la ocasión en puestos tan importantes como la guitarra (ausente el titular Steve Cradock)  que no dieron la talla. 

A pesar de recrear algunos de sus clásicos como The Riverboat Song, You’ve Got It Bad, So Low o The Day We Caught The Train, que les convirtieron en un referente del brit pop, sonaron desganados, apáticos y desbravados. Los interludios con Simon Fowler primero en solitario con dos dedos vendados para interpretar en solitario Robin Hood (eso es valor y escasa vergüenza torera) para a continuación ejecutar con la sola presencia del pianista algún numero como  Better Day, se tornaron bochornoso por lo escaso y renqueante de la voz. El final con Day Tripper fue una coda insuficiente para un festival que disfrutamos especialmente en tres conciertos magníficos de esta segunda jornada.

2 comentarios:

  1. Qué gustazo leeros: Cracker, Reigning Sound, JPK,... Yo también me habría desgañitado con el Euro Trash Girl. Me ha llamado la atención lo de OCS, no remontan, y no lo digo por lo de la lata de cerveza, jejeje.

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    1. No, OCS no levantan mucha cabeza. pero tal y como dije en la crónica de Mondo Sonoro, tienen un punto que te hace tener condescendencia con ellos, son muchas canciones excelentes a sus espaldas, y cagarla, todos la hemos cagado más de una vez.
      Abrazo.

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