
Entramos en octubre y se acumulan sonidos que uno lleva disfrutando desde unos calores que aún se resisten a abandonarnos. Y es esa unión que siempre se establece entre un disco y los momentos temporales en los que se ha escuchado la que une indefectiblemente este pasado verano con ese baño de sol animal de los chavales de Brooklyn. Y porque además, terminado el verano, el sabor que ha dejado el disco es de esos de retrogusto espontáneo.(...)