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lunes, 11 de enero de 2016

David Bowie (8 Enero 1947 - 10 Enero 2016)
El héroe de cada uno



Queremos ser héroes aunque sea por un día. Sentir que ha merecido la pena. Que hemos merecido la pena. Pequeños hombres de existencias grises, prescindibles, invisibles, escuchamos canciones, tenemos nuestros héroes y a veces, frente a un espejo, miramos de reojo y pensamos que somos diferentes. Que lo hemos conseguido. (...)


Que la música es capaz de hacernos diferentes. De hacernos sentir diferentes. Cuando aún apenas adolescente escuchas el auge y la caída de Ziggy Stardust te dices que sí, que ahí está todo comprimido, que te la pegarás, pero antes tendrás tu momento. Resulta que luego no lo tienes, pero lo has sentido.

Por eso nombres como David Bowie, como tantos otros que marcan cada arañazo en la piel, dejan cicatriz. Y además, había tantos Bowies como estados de ánimo, como personalidades somos capaces de albergar, esconder y alimentar. O matar. Uno se alejaba, en ocasiones mucho, muchísimo, y se acercaba, también mucho, muchísimo a veces, a él según la grisura que nos rodeaba y rodea, según los oscuros más que claros que intentamos tapar en nuestras vidas. Y recuerdas el día que quisiste ser Ziggy sin maquillaje, el Major Tom de tu propio espacio, el joven americano, el héroe de tu trilogía berlinesa, tan tuya porque la destrozaste con la otra aguja, la que suena.

Estos días defendías por las redes su estrella negra, y la calificabas de inquietante e intrigante. No sabes si es que notabas algo, pero agradeces que ese haya sido su adiós. A su manera, a su modo.

Como siempre en nuestras despedidas, dejamos su vida e historia para otros obituarios más sesudos.
Desde este Río sabemos que ha cogido el vuelo de vuelta a Marte.
Buen viaje, querido camaleón!



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