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lunes, 28 de abril de 2014

The Fakeband / The Magic Teapot
Sala Fever, Bilbao (26/04/2014)
De aquellas noches, estos viajes


Hay conciertos a los que uno tiene la sensación de acudir sobre seguro. Sabiendo que la noche se va a tornar especial sin ese riesgo tan habitual en otras ocasiones de la decepción. The Fakeband, sobradamente amplificados y disfrutados en estas aguas, nos están acostumbrando a entregar cada día que se suben a un escenario un pedacito de excelencia. Si ya consiguen ofrecer un algo más, la satisfacción es plena. Y el sábado lo hicieron. (...)


Pero además la noche contaba con el añadido de volver a ver en directo a un grupo que en su momento, además de grabar un preciado single y haber ganado el VIII Concurso Pop-Rock Villa de Bilbao allá por 1996, saben dejar el regusto dulce e inquietante del viaje ácido. The Magic Teapot reaparecieron hace unas semanas con motivo de su participación en el ciclo Izar & Star y, vista su actuación de este sábado, mucho más desinhibida, suelta, fresca, seguramente por el mayor rodaje y la ausencia de los nervios propios de una resurrección en toda regla, esperamos que decidan convertirse en una realidad permanente. La incorporación de Miguel Morál al bajo para acompañar a las guitarras de Guille Calleja y Chus Santos, la batería de Lázaro Anasagasti y la voz de Sara Iñiguez, todos sobradamente conocidos en la escena musical bilbaína, convierten a esta encarnación en un combo pleno de contundencia rítmica y derivaciones guitarrísticas con el sabor de la lisergia. La que empapaba la escena de la costa oeste americana durante los 60 y los 70 por la que pasean como si estuvieran en casa, entre proyecciones psicodélicas e incienso quemándose sobre el escenario. Ofrecen su recuerdo a Country Joe & The Fish, Iron Butterfly, Quicksilver Messenger Service, Grateful Dead, Moby Grape y toda esa estirpe de creadores que hicieron del viaje personal y mental una manera de entender el rock, y alcanzan la excelencia con un She comes in colors de Love propicio para nunca olvidar a un Arthur Lee que se antojaría ahora más necesario que nunca. Duraron lo que tardó en quemarse el incienso, y dejaron el reconocible sabor pastoso en la boca, el que deseamos poder seguir sintiendo.

Y luego The Fakeband y su ese algo más. De nuevo con su milimétrica conjunción rítmica, guitarrística y vocal, de nuevo con un puñado de canciones que son oro puro, de nuevo con una prestancia musical que los coloca un paso por encima de tantos otros, ya sean de aquí o de allá. Pero esta vez con un punto de suciedad adicional, sin entender ésta como ausencia de un sonido siempre brillante, sino como ejecución del mismo con un toque más callejero, más canalla, más de garito con olor a humo y deseo de sexo. Pueden recorrer la luminosidad del pop californiano sin problemas, ya lo sabemos, pero si le dan el añadido del espíritu del gato vagabundo en busca de comida, conseguimos que un Don’t save my life siempre melódico traspase el espejo y suene frenéticamente punzante. Por eso, su alma más stoniana, más cercana al pub-rock que gentuza de la buena como Brinsley Schwarz o Ducks Deluxe llevaron al paroxismo, engrandeció cortes como She told me (brutal, brutal) o el glam que corre por las venas de Something about you, explotó el power-pop de Top of the world, convirtió en sudoroso soul-rock Get you back y ensució maravillosamente un Healing Time en el que la guitarra de Alfredo Niharra sustituía con chulería la ausencia de metales. Por eso se les veía encantados y disfrutándolo, no se atisbaba la trascendencia de una presentación sino el olor de un garito con techo bajo y calor, mucho calor, el que empapó las guitarras de Pit y Txomin, espléndidas, y goteó la base rítmica de Juan e Iñigo. Cómo no, sonó un It makes no difference, con Sara Iñiguez a los coros, que supo a gloria, y nos enseñaron una de sus muchas almas, que una vez más nos hace entender la versatilidad de un grupo mayúsculo.
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Suena la corriente: "She told me" - The Fakeband


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