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jueves, 5 de septiembre de 2013

Dean Wareham, sus Postales Negras, sus carreteras


Pues sí, fui de los que sufrió cuando se separaron Galaxie 500. Hombre, uno siempre ha sido bastante distante en cuanto a las emociones propias de las despedidas, no vayáis a creer que me encerré en casa y rumié mi desdicha. Más bien era esa mezcla de saber que se cerraba una etapa y la ansiedad de ver los derroteros que tomaría la siguiente. (...)


Pero sus tres discos, Today (1988), On fire (1989) y This is our music (1990) se convertirían en una excitante trilogía para un grupo que nunca pasó el umbral de ciertas cavernas. Y resultaban de lo más refrescante, tan cercanos en espíritu como los intuía a todo aquello que habían comenzado a recuperar unos años antes gente como The Dream Syndicate. Canciones como Tugboat, Oblivious, Blue Thunder o Summertime ponían banda sonora a un cambio vital y geográfico en el que yo por entonces andaba metido.

Pero como decía, creo que en el fondo nunca tuve muchos problemas en saber que lo que viniera después valdría la pena igual. Por eso, cuando ya asentado en mis nuevas tierras (y a punto de volver a tener que empacar pertenencias para esta vez cruzar un charco enorme), apareció Lunapark (1992), supe que Luna continuaba el camino. Porque he de reconocer que más allá de compañías, es Dean Wareham quien siempre ha llamado a mis puertas, como en los mencionados Dream Syndicate fue Steve Wynn el que lo hizo. Y en ambos casos, he seguido sus carreras por cuanta carretera principal o secundaria han recorrido.

Hasta tal punto acompañaba sus andanzas, que cuando anunciaron que Rendezvous (2004) era su epílogo, yo ya había entrado un año antes en L’aventtura que iniciaron Dean & Britta como para saber que seguiría con Wareham. Supongo que no es muy ortodoxo, que anula cierta objetividad, pero siempre he adorado el tomar una referencia que considero necesaria y seguirla allá donde quiera llevarme.
De hecho, cuando pasaron por la sala Azkena de Bilbao para decir adiós, no dudé en viajar a otro lugar donde un amigo necesitaba apoyo (y así quedó reflejado). Sabía que Dean Wareham y compañía lo hubieran entendido.

Ese mismo concierto del Azkena aparece reflejado en Postales Negras, el libro de andanzas y recuerdos de Dean Wareham publicado a finales del año pasado por la exquisita editorial Libros de Ruido. Y sí, una vez leído, sé sobre seguro que en nada le importó esa ausencia. Estas letras de ninguna manera han de entenderse como una reseña del libro. Son páginas que no las necesitan, porque de seguro que se acercarán a ellas quienes ya estaban de su lado.

Pero si alguien llega sin conocerlo, sepa que se va a encontrar la mirada cronológica de un currante del rock, la desglamourización de una actividad que sólo puede sobrevivir si nace de la pasión, de la consideración de que no existe otra vida para él salvo la que encara, la distanciada ironía de quien observa su derredor amándolo pero sabiendo sus debilidades, el certero disparo de un enfermo como los que solemos acoger en estas aguas.

Un libro que es en sí mismo un canto a la sinceridad, a la música y a la carretera.

Suena la corriente: "Chinatown" - Luna



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