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jueves, 8 de noviembre de 2012

Neil Young & Crazy Horse
Psychedelic Pill (Reprise / Warner, 2012)
Reservado el derecho de admisión


Eso es un golpe en toda la mesa. Un pulso ganado a todo aquel que husmee en un streaming por la red, a todo aquel que se aventure a abrir la puerta para ver qué hay dentro del local. Mira, chaval, ahí dentro hay demasiado humo, ahí dentro hay demasiado sudor y óxido para ti. Ahí dentro hay una máquina de la que no vas a poder escaparte. (...)


En esta época de canciones, donde pareciera que el disco como unidad es algo pasado, territorio de elefantes camino del cementerio, en esta época de canciones incompletas, donde un clic al minuto nos lleva a otro lugar, Driftin’ back es un golpe, es un pulso, es un órdago, es un reservado el derecho de admisión. Comenzar un disco con una canción de 28 minutos hoy en día es habilidad propia del experimento. O eso pareciera. Pero no. Driftin’ back dura veintiocho minutos como los duraba Coltrane, como los duraba Miles Davis, como dura todo aquello que va a contracorriente, que es compacto, que tiene todo el sentido. Dura eso y pudiera durar el doble. Ese minuto y medio inicial anuncia una tonada acústica que enseguida muestra su cara oculta, su electricidad, su herrumbre clásica, sus punteos hipnóticos llenos de sentido. Termina y mantienes el riff en la cabeza, y dudas si volver a reproducir toda la canción de nuevo. Pocas veces veintiocho minutos han sabido a tan poco. When you hear my song now, you only get 5 percent

Y una vez reservado el derecho de admisión, una vez establecida la barrera, franqueada por quien ha querido o ha podido, el sudor impregna la espalda, empapa la frente, la lengua moja unos labios viciosos. Es ahora cuando comprendemos en todo su significado Americana, un listado de juegos sexuales previos, para calentar, para llegar preparados al acto sexual en sí. Crazy Horse están engrasados, tú estás empapado, y Neil Young reparte el placer como se le antoja.

Porque a los 67 años que cumple dentro de unos días recuerda que hace muchos ya cayó en una marmita llena de electricidad, angustia y belleza. Y devuelve esa belleza en el sabor totalmente clásico, totalmente Young de Ramada Inn, un paseo perfecto sobre los muchos años compartidos de una pareja, con lo bueno, lo malo, y ellos. Cada punteo de la guitarra es magia pura, cada año vivido es una línea melódica. Cada válvula del amplificador es un recuerdo de los viejos tiempos.

Antes ya ha establecido los rasgos eléctricos en Psychedelic Pill y su riff atormentado. Y después, el paseo por el cuarto oscuro en que se ha convertido el local con derecho de admisión ya es puro éxtasis. A lomos de un country-rock infeccioso recuerda Alabama pero reafirma su espíritu canadiense en Born in Ontario. Y te cuenta lo que sintió cuando escuchó por primera vez Like a rolling stone, la primera vez que vio a Roy Orbison, mientras escuchaba a Grateful Dead en la radio, y lo entiendes y haces de Twisted Road tu propia canción, porque su melodía y sencillez es el mayor homenaje a los nombrados.

Continúas el viaje por el pasaje oscuro y tras la cortina ves cómo ella baila. She’s always dancing, pero es que todo el disco va a sonar a clásico? Te tienes que rendir, has aceptado la entrada, sí, todo es clásico, todo es melódico, y estos medios tiempos son en los que Young sabe estremecerte. Y sabe susurrarte en For the love of man, el momento más pausado, acústico, de eterna caricia, when the child is born to live, but not like you or I, y piensas en sus dos hijos, sus problemas, mientras los ángeles tañen campanas. Así quiero yo también que me canten.

Y comienza a despedirse recordando lo que fueron, él y sus amigos, cuando eran gigantes, cuando iban a salvar el mundo. Walk like a giant es pura energía arremolinada entre silbidos, es pura fuerza, es la canción que Sonic Youth llevan una vida buscando. Matarían por esa cadencia, por ese final, en el que simplemente oyes, sientes caminar al gigante.

No sé qué decir, no sé con qué comparar Psychedelic Pill.
Posiblemente no haya que compararlo con nada.
Porque va directamente al corazón de la obra de uno de los personajes más imprescindibles que ha dado el rock’n’roll.

Suena la corriente: "Twisted Road" - Neil Young & Crazy Horse



7 comentarios:

  1. Un disco sublime. Los veteranos saben como plantar ese cartel de reservado el derecho de admisión, como hace Dylan con su voz y su fraseo en loop. Y es necesario para salvaguardar el poco amor por la música que queda. Grandísimo disco del que aun no he terminado de saborear el ángulo entero en toda su magnitud. me gusta morder este manjar mordisco a mordisco y poco a poco. Un disco de largo recorrido. Reseña chapeau!. Saludos

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    1. Éste va directo a la cubeta de impepinables. Se mire por donde se mire, te rasgue donde te rasgue.
      Gracias, Chals.

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  2. Lo de los 28 minutazos me echa un poco para atrás, pero después de tus palabras caeré de nuevo en la magia de Neil Young.

    Saludos!

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    1. Esa canción "tenía" que ser así... Pasan como un suspiro

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  3. Tú lo has descrito. Para mí, posiblemente el disco del año.

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  4. Un gran disco en el que el bueno de Young pone sobre la mesa toda su calidad y esas maneras tan peculiares (distorsón, canciones largas, bases clásicas..)a las que es imposible no rendirse.

    saludos

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    1. Desde luego, Kepa. Young sabe como nadie lo que se trae entre manos!

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