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viernes, 3 de agosto de 2012

Paul Zinnard
Orbit One (Two Mad Records, 2012)
Las dos caras de la moneda


La música sería muy poco sin esos grandes nombres que copan las listas de ventas, que llenan estadios, que mueven masas, y que en definitiva, dan visibilidad a todo este negocio. Que sí, que también es un sentimiento, pero es un negocio. Pero la música sería aún menos, sería nada, sin esos miles de músicos que nada saben de superventas, pero todo de emociones, nada de públicos masivos, pero todo de fieles seguidores. (...)


De este tipo de músicos estarán las cunetas llenas, pero también las cubetas de las buenas tiendas de discos, las referencias de pequeñas compañías (en este caso, Two Mad Records) y los reproductores de los amantes de la música como experiencia vital. Qué sería de nosotros sin gente como Paul Zinnard. Hombre, supongo que seguiríamos siendo más o menos lo mismo, pero eso sí, habríamos experimentado alguna emoción menos. Eso sin duda.

Paul Zinnard es el alias artístico del músico mallorquín Carlos Oliver. Paul Zinnard presenta ahora su segundo trabajo, Orbit One, tras su disco de 2010 Songs of hatred and remorse. Pero Oliver lleva ya una extensa trayectoria a sus espaldas. En el 98 formó el grupo The Bolivians, con dos referencias, para posteriormente embarcarse en The Pauls, con los que llegó a grabar cinco discos. Es una larga trayectoria para un músico capaz de desperdigar gotas de pasión en cada nota que crea.

Y es que Orbit One es uno de esos caprichos sorpresa, una de esas golosinas que uno no espera, y sin embargo, cuando descubre, se siente dichoso. Un disco hecho con el alma, con las raíces y con las arrugas que el destino la ha ido deparando.

Y es capaz de abarcar de forma admirable sus dos almas musicales, que se enfrentan en un cara a cara sin vencedor absoluto. Por un lado, su vertiente acústica, acompañado simplemente por su guitarra y el dulce contrapunto del cuarteto de cuerda Ansalawi. Canciones como Man for you, Beyond the moon, esa delicia que es My shoes (una historia contada por sus propios zapatos) o el canto de admiración hacia John Wayne mantienen en la memoria al Jeff Tweedy más acústico o al Dylan homenajeado en unos fraseos y una manera de pronunciar las palabras (todas en su justo término) tan marca de la casa.

Y al otro lado del espejo, canciones con banda, electricidad con el regusto y el sonido imperfecto del directo. Y no, esta imperfección no figura en el debe, como sabe cualquiera que haya disfrutado de una producción viva. Just the way I am y sus ecos a la Velvet más rugosa y a la vez melódica, o Happiness, puro honky-tonk con sabor a Stones y Faces.

Y por si tienes dudas sobre por cual de las dos almas decantarte, Zinnard te ofrece un espejo de dos caras. A good thing that you know y Listen everybody, en versiones eléctricas y acústicas. Y en ambas opto por la primera. Porque en A good thing… revisas los caminos andados por Steve Wynn, principalmente en su encarnación Danny & Dusty (ay, ese piano crea un ambiente que me remite irremisiblemente a ellos), y porque la reyerta y los disparos descritos en Listen Everybody merecen electricidad.

Un disco, una opción deliciosa para este verano.

Suena la corriente: "Agood thing that you know" - Paul Zinnard



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