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martes, 13 de marzo de 2012

Sugar
Historias de Copper Blue


Anunciábamos ayer en las Píldoras del Río Rojo la firma con Merge Records por parte de Bob Mould, y la edición de nuevo disco el próximo otoño, tras el de 2009, Life and Times, posiblemente el trabajo más calmado y pop que ha hecho en mucho tiempo y District Line (2008), el más cercano a los planteamientos que desarrolló con Sugar. Y es en este martes de recuerdo cuando recuperamos uno de los discos fundamentales de la década de los 90, Copper Blue. (...)


Bob Mould trabajaba en una tienda de discos en las cercanías de Minneapolis cuando conoció al batería Grant Hart. Junto al bajista Greg Norton formaron una de las bandas capitales de los sonidos hardcore y punk durante los años 80, Hüsker Dü. Su producción tiene discos tan excitantes como Zen Arcade (1984), New Day Rising (1985) o Warehouse: Songs and Stories (1987). Su fórmula era innegociable (incluso cuando firmaron por una major como Warner): guitarras abrasivas que eran puro taladro pero ya con una capacidad para conseguir melodías de esencia pop que quedaban soterradas entre tanta electricidad. Pero la influencia de Hüsker Dü en su coetáneos no era más que el aperitivo del manto que sembraron para lo que vendría después. La gran explosión del grunge independiente durante los 90 debe mucho, o todo, al camino que habían recorrido antes los Dü, entre alcohol y drogas de todo tipo, peleas internas y magníficas canciones. Pero llegaron a un punto de no retorno en 1988, disolvieron la banda y dejaron la semilla y el camino marcado para lo que ocurrió.

Bob Mould iniciaría su carrera en solitario al año siguiente con el espléndido Workbook, repleto de guitarras acústicas, teclados y cuerdas y melodías marca de la casa. Era una búsqueda casi dolorosa de caminos muy diferentes a los que había recorrido hasta entonces con su banda. Pero tras su segundo trabajo, Black sheets of rain, y frustrado por la escasa repercusión de los mismos, decide hacer un nuevo parón, y junto al bajista David Barbe y el batería Malcolm Travis, montar Sugar.

Y bendito sea él y su frustración. Porque su primer (y casi único) trabajo, Copper Blue, editado en 1992 por Rykodisc y producido por Lou Giordano, es uno de los discos más impolutos que se produjeron aquella década. Y se convirtió en el mayor éxito que haya tenido Bob Mould hasta nuestros días. Unos meses antes de su publicación, Nirvana habían editado Nevermind, el mundo del rock había comenzado a sufrir una de sus últimas grandes revoluciones (nos gusten o no los resultados de la misma, lo cierto es que abrió las puertas a toda una nueva generación que había mamado el punk y que fue capaz de copar las listas de ventas comerciales), y este hecho ayudó a que Copper Blue consiguiera la atención que mereció.

Pero es que directamente, Copper Blue es una colección de canciones que son puro pop. Melodías espléndidas, estribillos arrebatadores y todo ello arropado por guitarras saturadas y un muro de sonido que no por denso hace que las canciones pierdan alma. La diferencia principal con Hüsker Dü era un ritmo menos enloquecido, más pausado, y las pulsiones pop más en primer plano, enfatizando las melodías. Comenzando con The act we act, perfecta declaración de principios de lo que viene a continuación. Que no es otra cosa que A good idea, el pantanoso relato de un asesinato con un estribillo machacón que se te mete hasta que tú mismo puedes sentir tus manos agarrando la cabeza de la víctima bajo el agua. O la melancolía que transmite Changes sin bajar el pistón de distorsión, hasta que llegamos a Helpless, canción que alcanzó el Top 5, perfecto artefacto power-pop en la estela de las grandes bandas de Los Angeles, con el punzante sangrado de unas guitarras que hasta entonces no han dado ni un respiro.

Y es en Hoover Dam donde nos damos de bruces con la psicodelia escuela Sgt. Peppers, una canción que entrelaza los 60 con lo que ocurría en los 90 de una manera brillante, donde coros y teclados proponen un contrapunto a esas guitarras que serpentean entre la melodía. Y una prueba de que el disco tiene un componente lírico escabroso a pesar de tanta melodía refulgente es The Slim, cuya estructura y entonación recuerdan a las primeras épocas de REM, y que relata con dramatismo la despedida de un hombre a su amante, enfermo de SIDA, y sus miedos ante su propia posible infección. Fue durante la época en que Mould fundó Sugar cuando asumió públicamente su homosexualidad, y la canción refleja unas cotas de desesperación propias de unos tiempos en que la enfermedad se encontraba en su indeseado apogeo (Freddie Mercury había fallecido unos meses antes).

Y sin embargo, después de tanta intensidad, llega una de las cumbres del disco, y por qué no, una de las canciones más perfectas compuesta durante los años 90, If I can't change your mind. Una obra de orfebrería pop, arropada por guitarras acústicas y coros, y que siempre me ha parecido que podría firmar cualquier maestro del género, pongamos por caso, el mismo Nick Lowe. Y a pesar de su ritmo saltarín y la alegría que es capaz de transmitir, el letra no es más que el relato de un amor perdido y jamás olvidado. Es ese contrapunto agrio que Mould es capaz de mezclar con la dulce miel durante todo el disco.

Fortune Teller y Slick asumen aromas de rock clásico, y Man on the moon cierra el trabajo llena de coros sesenteros y etéreas guitarras.
Y cuando llega el silencio, queda flotando en el ambiente el clímax sónico que la maestría compositiva y guitarrera de Mould ha conseguido.

Sugar editarían un segundo disco dos años después, File under: easy listening (sin alcanzar las mismas cotas, un disco más que interesante) y un recopilatorio de rarezas y caras B, Besides, y Mould daría por terminada la etapa para continuar con una carrera en solitario que le ha deparado devaneos electrónicos e incluso proyectos dance como Blowoff.

Siempre ha sido un tipo peculiar. Cómo si no se puede describir a alguien que durante muchos años ha compaginado su carrera como músico con la de guionista del campeonato americano de Wrestling, espectáculo del que es un rendido admirador.

El año pasado, Rykodisc reeditó Copper Blue en edición especial de vinilo, Mould editó su autobiografía See a little light: the trail of rage and melody y comenzó una gira en la que interpretaba el disco en su totalidad.

Hasta hoy.

Suena la corriente: "If I can't change your mind" - Sugar


2 comentarios:

  1. Sugar es una p.o.m. y este Río lo que fue el Ruta cuando era el Ruta: puro r&roll!

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    1. jajaja, más quisiera yo, Profesor Joserra! Y te lo dice uno que compró el número 0 del Ruta cuando aún era un tipo peligroso y ahora el número 291, ya siendo un tipo formal y asentado!!!
      Y sí, Sugar es una POM (me gusta la expresión)!

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