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martes, 5 de julio de 2005

No pierdas el ritmo

Mira niño, que la música también habla. Y generalmente dice más que cientos de discursos. Que allá dónde vayas, mantengas los poros abiertos, te empapes y estés dispuesto a mover los pies. Baila con todas tus ganas. No olvides que el garito más oscuro de Santiago de Cuba siempre tendrá más luz que cualquier sol.

Niño, mantén los oídos atentos, y déjate llevar por el sonido de una trompeta. Allá donde veas sudor, piensa que son las lágrimas del alma, que goza al son del ritmo. Y no olvides que en cualquier burdel de Nueva Orleáns hay más vida que en miles de risas vacías.

Tú ya sientes que cuatro locos aporreando sus instrumentos son capaces de hacerte volar. Más que la mayoría de los libros. Más que la mayoría de los cuentos. No te creas que todo lo que te venden es cultura. Tus mayores saben mucho de mercado, su dios.

Sigue con tu mirada los ojos de un negro. Dos metros de humanidad, con las venas del cuello a punto de reventar y un saxo en las manos. Esos ojos te marcarán el camino más que cientos de catecismos.

Déjate llevar, niño, que todo se andará. No sueltes tus baquetas. Sopla esa armónica.
Y silba.
Y baila.
Y suda.
Son los otros los que están muertos.

(Para A. No pierdas el ritmo)



Suena la corriente: "El trombón majadero" - Generoso Jiménez